Superada la anomalía de su concepción y una vez que se comprobó que su condición de zurdo era una rareza inofensiva y no la primera muestra de una cadena de extravagancias que pudiera hacer planear la sombra de una mutación genética de terribles consecuencias para los de su raza, la vida del 8º enanito se asentó en la más absoluta normalidad. También es verdad que, de tanto en cuanto, era motivo de burlas en la escuela (los compañeros, por ejemplo, se negaban a recitar la tabla de multiplicar más allá del 7) y que necesitó de un sacrificado período de adaptación a un mundo diseñado para el exclusivo uso y disfrute de los diestros (lo que no sabe es que la mayor complicación se la hubiese planteado el asa de la podadora mecánica, masesta era para su fortuna la herramienta preferida de papá), pero su espíritu optimista y su innata adscripción a la constancia le permitieron sortear con elegancia los obstáculos. De forma que se podría concluir que la infancia y la adolescencia del 8º enanito transcurrieron sin incidentes reseñables si no fuera por un episodio aislado que, a la luz de los postreros acontecimientos, cabría definir como premonitorio. Los hechos acontecieron durante los pantagruélicos actos festivos para conmemorar la Gesta del Parche. (Continuará).
02 marzo, 2007
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