27 marzo, 2010

La ardilla y el chico martini en Bologna


Volvió el espíritu del Outback. Retornó la fuerza del kiwi. Tres años después, Anti y Podas emprendieron una nueva aventura juntos, si bien esta vez no cruzaron el mundo, necesitaron apenas hora y media en una avioncito de juguete para llegar a destino. La excusa era visitar la Feria del Libro de Bologna y creerse de verdad esto de que son autores de libros infantiles. Apodada La Roja por su atávica filiación comunista y el color de buena parte de sus fachadas, ostentadora de apenas 15 de las 2oo torres con que las familias pudientes sacaban pecho (o compensación de tamaño que dirían los freudianos), habitada en un 50% por universitarios, fabricante de una mortadela divina, Bologna nos sedujo con los palazzos y las arcadas que florecen en su casco histórico, claro, pero sobre todo por sus helados y sus tortellinis al ragú, su lambrusco y la risueña japonesa que regentaba la pensión decorada por Miss Marple en la que pernoctamos.

Pero este post no va encaminado a enumerar los encantos de la ciudad, sino a mostraros dos fotos para que valoréis la pertinencia de los descalificativos que el uno y el otro nos dedicamos mutuamente respecto a la manera que tenemos de posar frente a la cámara. Una entrañable herencia de nuestro periplo por la tierra de los koalas que reapareció con ganas en Bologna. La historia es que cuando yo me río con la expresión de "ardilla feliz", a lo Flappy, con la que Alex pretende seducir al objetivo, él contraataca afirmando que yo pongo cara de "seductor chulito", de chico Martini que sólo tiene para Ratafía. No hay duda de que no sabe lo que dice. No se lo tengo en cuenta. A las irrefutables pruebas de arriba me remito.

22 marzo, 2010


"¿Por qué tantos poemas y tantas canciones para algo que dura apenas un momento?".


Jenny -interpretada con chispeante encanto y melodiosa dicción por una angelical (pero del pueblo) Carey Mulligan- a los pocos minutos de perder la virginidad en "An Education".

19 marzo, 2010

Betty "La Guapa"


Estoy amando locamente a Mad Men y la responsable es en gran medida Betty Draper, la más bella, per no la más dramática, encarnación de ese personaje arquetípico de la novela americana que es el ama de casa feliz /esposa radiante/ madre perfecta que esconde a un ser infinitamente desgraciado, aburrido y vacío, un pajarito de apariencia frágil y esplendoroso pelaje preso en una jaula de oro que ahoga sus gritos de hastío, una princesa dulce caída en un pozo oscuro. Betty es la heredera y suma de las protagonistas femeninas de novelas como Revolutionary Road, Diario de un ama de casa desquiciada, Juegos secretos y Las horas, y futura Ruth Fisher de Six Feet Under. Entiendo sus problemas, pero está casada con un mujeriego, Don Draper que, como sólo antes lo ha conseguido McNulty, despierta mis enterradísimos impulsos homoeróticos al encontrarlo un ser tan malevólamente sexy que... me planto aquí.

La noticia de que la compañía Mattel va a lanzar unos muñecos en edición limitada de matrimonio me ha parecido sublime. Era tan evidente que no pude verlo: Betty y Don son Barbie y Kent expulsados del mundo de fantasía rosa de las mentes cándidas de las niñas y trasplantados al crudo mundo de los adultos egoístas, impulsivos, hechos de carne y rellenos de tentaciones y bajezas.

15 marzo, 2010

Go Da

Hace dos días que todo luce más bonito. Y se lo debo a "Go Da", el primer single del maravilloso disco en solitario ("Go") de Jónsi, el cantante de Sigur Rós. Escuchándolo vuelvo a correr por las praderas islandesas pero esta vez las ovejas me hacen el pasillo y baten palmas, escuchándolo me siento capaz de decapitar orcos con una espada; escuchándolo fantaseo con un mundo en el que la forma importa más que el fondo; escuchándolo me imagino trasplantado a una realidad en la que soy capaz de montar un mueble de Ikea; escuchándolo me visualizo un día cocinando la más exquisita merluza a la sidra; escuchándolo recupero el anillo que mi abuelo me regaló por mi Comunión y su cara se refleja sobre su superficie dorada; escuchándolo se me pasa el hambre y el frío; escuchándolo vuelvo a ser un niño de ocho años en pijama admirando a Willy Fogg en la tele con un Tigretón en la mano; escuchándolo mejoro el Tractatus de Wittgenstein; escuchándolo las cosas tienen un sentido profundo que casi alcanzo a comprender.


Os paso el link al vídeo (repulsivo, salen pájaros por doquier):

http://www.youtube.com/watch?v=T6HjT4SQKJI

13 marzo, 2010

Cuando cumplí ocho años me regalaron El príncipe destronado. Toma ya. El regalador debió de pensar que, puesto que el libro en cuestión tenía dibujitos en la cubierta, seguro que era estupendo para niños. Y Miguel Delibes le debía de sonar a autor bueno, de qualité, o algo así. A mí me gustaba leer, sí, y hacía tiempo que había dejado de leer libros de la serie azul de Barco de Vapor, pero de ahí a entender El príncipe destronado hay un trecho. Algo que comprendí enseguida cuando empecé, llena de buena voluntad, a leer aquel libro de letra pequeñita. No entendí ni jota. El narrador hablaba todo el rato de una “bata azul” que entraba y salía (y yo veía una bata volando, vacía) y decía que el novio de la criada le daba un mordisco a su chica (y yo me lo imaginaba en plan literal, cual novela de Stephanie Mayers). Era el mundo de los adultos visto por un niño. Pero no estaba escrito para que lo entendiera un niño. Así que, una vez hecho el esfuerzo de leer unas cuantas páginas, arrinconé el libro y lo perdí de vista. A saber a dónde fue a parar.

Luego me tocó leer El camino, como a todo el mundo, en la escuela (las lecturas obligatorias: el método más rápido para que cualquier niño aborrezca un libro) y, más adelante, Cinco horas con Mario (que sólo entendí confusamente: no recuerdo que nadie me explicara la gran ironía de todo el asunto). En la facultad leí La hoja roja (probablemente el primer libro de Delibes que supe apreciar) y, después, nada más de Delibes en muchos años.

Nada hasta hace un mes, cuando me puse a releer Cinco horas con Mario para preparar una reedición que saldrá estos días. Busqué cubiertas extranjeras de la obra, para los pliegos fotográficos. Busqué fotos de Delibes, una de ellas con su mujer, una de sus favoritas. En las pruebas, la correctora le había puesto acento a “sandio”, con lo que parecía que Menchu estuviera llamandole “sandío” a Mario. Me imaginé una sandía en el ataúd. Quité el acento. Delibes detestaba que aparecieran erratas en sus libros. Espero que sirva como compensación kármica.

"The Anthologist"

Leído en "The Anthologist" de Nicholson Baker.


- "La poesía es un refinamiento controlado del sollozo. Tenemos que afrontarlo. Y, si esto es cierto, ¿queremos darle droga a la gente para que no llore? No, porque si lo hacemos, la poesía morirá. La rima es una poderosa forma de automedicación. Todos los poetas, cuando empiezan a sentir que están descendiendo por uno de sus personales cañones de la desesperación, recurren a la rima para que, a la manera de una cuerda floja, les permita atravesarlo por arriba. La rima es una manera de evitar el dolor mental a base de hacerse adicto a lo que ocurrirá a continuación. Es como encadenar un cigarrillo tras otro, cuando enciendes el siguiente con las ascuas del anterior. Realizas un establecimiento de llamada y aguardas respuesta. Te atenaza el suspense. Estás resolviendo un puzzle".

- Louise Bogan (en la imagen) recibió 7,5 $ de The New Yorker por publicar su poema "Baroque Comment". Esto ocurría en medio de la Gran Depresión. Dijo que con el dinero había comprado cuanto necesitaba y que todavía le habían sobrado 2,5 $: una estilográfica para seguir escribiendo poemas, una botella de whisky para entonarse de cara a hacerlo y una pastilla de jabón para poder absorber de nuevo el mundo con la cabeza y el corazón limpios.



10 marzo, 2010

Pantuflas y pilones: Una lección sobre el absurdo de la vida.


A veces alguien te cuenta una anécdota tan menor que ni siquiera aspira a ser una anécdota, pero que, por alguna razón misteriosa, te queda grabada en la cabeza. Luego te va visitando de forma recurrente hasta alcanzar otra dimensión. Si eres paciente y la escuchas se acaba transformando en un momento cargado de potencial y de sentido, que demanda plasmarlo en un cuento o te susurra que contiene un mensaje oculto sobre una de las grandes verdades de la vida.


La historia es esta: un amigo se despierta en medio de la noche en una casa que desconoce en una cama ajena en compañía de una chica dormida de la que no sabe el segundo apellido ni el color de sus ojos. Tiene que ir al baño. Sus pies tantean el frío suelo y encuentran unas zapatillas, que no recuerda que estuvieran ahí al acostarse. La oscuridad le impide verlas pero, para su sorpresa, le van holgadas, se las pone y se dirige a la llamada de la Naturaleza. Una vez en el baño, descubre que las zapatillas plantean una inquietante discordancia: son de un número grande, propio de un pie masculino, pero son de un color rosa que convendremos en que sugieren que pertenecen a alguien con cromosomas XY. Por si os lo preguntáis, la chica que hemos dejado durmiendo es menuda, no un ala pívot. Como una flecha acude a su cerebro la pregunta del millón: ¿pero qué demonios hago yo aquí con esto?


Anoche, mientras regresaba andando a casa a la 1:3o de la madrugada de cenar con mi padre, me acordé una vez más de este episodio. El mismo interrogante que asoló en su día a mi amigo con unas enigmáticas pantuflas me estuvo revoloteando todo el trayecto por culpa del pilón fluorescente, destinado a la señalización de una zona cerrada al tráfico, que mi hermano tuvo la gentileza de rescatar de la calle pensando que sería un elemento decorativo "chulo" para mi hogar. Lo portaba con no poco sufrimiento envuelto con dos bolsas de El Corte Inglés anudadas a ambos extremos, por si acaso un coche de la Guardia Urbana se cruzaba en mi camino. En la otra mano llevaba una segunda bolsa con tres Copas Danone. ¿Hay o no un relato en esta experiencia? ¿No explica mejor que Camus el maravilloso absurdo de la existencia?

08 marzo, 2010

NIEVE





Esta es la evolución de la nevada en la Plaça del Diamant. Las dos primeras imágenes están separadas por una hora y media. Ha resultado difícil concentrarse en un día así, me he pasado la mayor parte del mismo mirando embelesado por la ventana (y haciendo fotografías). La tercera la he tomado apenas unos 10 minutos después de la segunda. El silencio zen de la precedente ha sido sustituido por la tímida alegría de los primeros juguetones en salir a las calles azucaradas. Pronto se les sumarían un montón de personas risueñas, que me han recordado un pasaje de "Nieve" de Orhan Pamuk en el que se celebra la capacidad de la nieve para unir a las personas e igualarlas en el tendedero de la vida. La he ido a buscar y aquí la reproduzco, en inglés, me temo, pues sólo dispongo de un ejemplar en este idioma:

"The sight of snow made her think how beautiful and short life is and how, in spite of all their enmities, people have so very much in common; measured against eternity and the greatness of creation, the world in which they lived was narrow. That's why snow drew people together. It was as if snow cast a veil over hatreds, greed, and wrath and made everyone feel close to one another".

07 marzo, 2010

Anestesia literaria

Últimamente leo mucho. Sobre todo por trabajo. Me pasa como cuando trabajé en una librería: estoy un poco harta de libros. Veo demasiados por obligación. Los veo desde un punto de vista profesional: elimino los puntos tras los signos de interrogación, reflexiono si una coma debería ser en realidad un punto y coma, unifico términos, coloco cursivas a diestro y siniestro. Los veo de demasiado cerca. No sé dar una opinión de conjunto. Sólo sé decir si la traducción suena bien o si el autor hace un uso correcto de la puntación o si hay que hacer un aliño para que aquello sea legible. Ni idea de si, más allá de eso, la obra ofrece un ma-ra-vi-llo-so nuevo punto de vista sobre cualquier tema ya trillado. Eso no soy ya capaz de saberlo.

A ver: me encanta mi trabajo. Pero me tiene anestesiada. Ya no leo libros: busco ansiosamente erratas.

Así que tiendo a tener opiniones ligeramente irracionales sobre los libros que leo. Porque las baso en cosas como en lo muchísimo que nos costó conseguir los derechos de reproducción de la imagen de cubierta o el fin de semana espantoso que pasé cotejando la traducción con el original o en lo encantador que es el autor conmigo (pese a que seguramente no debiera serlo).

Espero que la anestesia sea temporal. Sería terrible pasarse la vida convirtiendo en placer para los demás lo que solía ser mi placer. Sería como para hacer una peli de aquellas de llorar mucho al final por el sacrificio de la heroína. Por la humanidad, claro. Qué menos.

05 marzo, 2010





Y se despierta sobresaltada porque ha soñado que tenía un bolso rojo entre las manos, se ausentaba un rato y al regresar ya no estaba. Esa misma noche, a Y le roban el bolso. "Los sueños vienen del futuro, no del pasado" se dice en una historia de Murakami.



Yo perdí mis gafas hace un par de semanas, me encantaría decir que soñé con su pérdida, pero no fue así. Lo que sí recuerdo es que de niño me dieron un pelotazo en el patio que me hizo saltar las gafas de la cara. Por miedo a que un nuevo incidente las rompiera, al día siguiente salí al recreo sin ellas y, al volver a clase, me las encontré partidas. Nunca supe cómo ocurrió.

El miedo interior activa la catástrofe exterior.