23 septiembre, 2010

TREME


Por cuanto buscan el pulso de la vida , donde no hay orden ni linealidad, ni estructura ni dirección, las series de David Simon dibujan la misma trayectoria en el monitor de mis constantes vitales como espectador: un arranque moroso y desconcertante que, a medida que voy conociendo a los personajes, se trasforma en un nudo de empatía tan fuerte que acaba en un desenlace del que salgo exultante. En otras palabras, empiezo buscando una trama en los hechos y acabo deslumbrado cuando la encuentro en el interior de los protagonistas.

Lo llamativo del asunto es que las narrativas tradicionales nos han acostumbrado a esperar a que la realidad nos la dividan en bloques como un traje en piezas, cuando sabemos que la vida a la que aquellas pretenden representar es cíclica e indómita, llena antes de tiempos muertos que de nudos gordianos. Y cuando Simon intenta captar esta cualidad amorfa que nos define frente a la artificio de la confección a medida, el espectador (o al menos yo) necesita un tiempo para ajustarme a esta naturalidad.

Toda serie dramática se sustenta en establecer el punto de conflicto que conecta a los personajes. En Lost es un entorno hostil e indescifrable. En El ala oeste.. es la radiación del poder . En Los Soprano es el equilibrio entre una vida familiar y una criminal... Luego se trata de decidir quién sobrevive y quién muere (real o metafóricamente) en el camino, dependiendo de las reglas, azarosas o no, de ese universo en particular y del carácter particular de los implicados.

Lo que más me ha entusiasmado de Treme es que el pretexto trágico de unión es palmario, la devastación causada por el huracán Katrina en Nueva Orleans, pero el hilo fundamental que encadena a los personajes tarda más en aflorar (o al menos para mí, que tampoco soy un dechado en reflejos perceptivos). Y ese sería la creatividad, en un 80% concentrada en la música, pero también repartida por la literatura, la cocina y la preparación de unos disfraces carnavalescos. El que consigue sacarla flote, a pesar de la miseria diaria y los nubarrones en el horizonte, resiste, el que no, sucumbe. Como escribió Halldór Laxness: "El que mantiene vivas sus ovejas durante el invierno, vive en un palacio".

En cualquier caso, Treme, otra obra maestra de David Simon.

20 septiembre, 2010

Paciencia con Marte


Tras estudiar los usos científicos, médicos e industriales da los cadáveres en Fiambres -donde demostró que resultaban imprescindibles para la industria cosmética y automovilística- y responder a interrogantes sexuales como por qué el viagra no funciona con mujeres ni con pandas en Bonk, Mary Roach ha dedicado su último libro, Packing for Mars, a estudiar en qué punto se encuentran los preparativos para enviar una nave tripulada al Planeta Rojo. Leyéndolo descubriríamos cosas como:


- Los exámenes de aptitud psicólogica en Japón incluyen una prueba en la que un candidato a astronauta debe ser capaz de completar figuras de origami a gran velocidad en situaciones de alto estrés.

- Hay voluntarios que se pasan tres meses estirados en una cama para simular la progresiva pérdida de peso en el esqueleto que padecerán los miembros de la tripulación,

- Algunos de los mayores desafíos que plantea una misión tan larga y extenuante son de naturaleza humana, demasiado humana: cómo disponer de los desechos humanos (todos llevan pañales), controlar el olor corporal al no poder lavarse con frecuencia y evitar las constantes náuseas que derivan en frecuentes vómitos.

- La Nasa incentiva que la tripulación mantenga relaciones sexuales con frecuencia, animando a que se multipliquen las combinaciones.

- Un viaje a Marte requeriría que la orina de la tripulación pasara por un proceso de desalinización y purificación que la convirtiera en un refresco para las comidas.

- La mayor amenaza que debería afrontar una expedición a Marte es la radiación cósmica, que derivaría en daños cerebrales y leucemia. Aún no se ha hallado un escudo efectivo contra los rayos procedentes de fuera del sistema solar, aunque se sabe que con los excrementos de la tripulación, ricos en hidrocarburos, se podría crear un cinturón alrededor del casco de la nave espacial de enorme efectividad.

- Conclusión: estamos aún muy lejos de pisar Marte. Y no sólo porque el coste estimado de una misión pionera se sitúa en torno a los 500 billones de dólares.

19 septiembre, 2010

Una historia de la conciencia

(¿Por qué no se me ocurrió ese título hace unos meses? ¿Por qué?)

Leyendo-corrigiendo la traducción del nuevo libro del especialista en neurociencia Antonio Damasio, del que entendí sólo una tercera parte aproximadamente, topé con un par de párrafos que me hicieron sentir como un accidente del universo. Es decir, como lo que somos.

"Todos accedemos libremente a la conciencia, que borbotea de una manera tan sobrada y abundante en la mente, que dejamos que se apague, sin titubear ni vacilar, cada noche cuando nos dormimos, y permitimos que vuelva cada mañana cuando suena el despertador, 365 veces al año como mínimo, sin contar las siestas. Y, sin embargo, pocas cosas de nuestro ser son tan extraordinarias y singulares, fundamentales y, en apariencia, misteriosas como la conciencia. Sin conciencia, es decir, sin una mente dotada de subjetividad, no tendríamos modo de conocer que existimos, y mucho menos sabríamos quiénes somos y qué pensamos. Si la subjetividad no se hubiera originado, de manera muy modesta al principio, en criaturas vivas mucho más sencillas que los seres humanos, la memoria y el razonamiento probablemente no se habrían desarrollado de la manera prodigiosa en que lo hicieron, ni se habría allanado el camino evolutivo hacia el lenguaje y la versión compleja de la conciencia que hoy poseemos los seres humanos.

Sin la subjetividad, la creatividad no habría florecido y no tendríamos canciones ni pintura ni literatura. El amor nunca sería amor, sólo sexo. La amistad habría quedado en mera conveniencia cooperativa. El dolor nunca se habría convertido en sufrimiento, no se hubiera considerado algo malo, sino sólo una dudosa ventaja dado que el placer tampoco se hubiera convertido en dicha o en gozo. Si la subjetividad no hubiera hecho su radical aparición, no existiría el conocimiento ni tampoco nadie que se fijara en las cosas y dejara constancia de ellas; es decir, no habría cultura ni historia de lo que las criaturas hicieron a lo largo de las épocas. Si bien aún no he aportado una definición provisional de conciencia, espero al menos haber dejado claro qué significaría no tener conciencia: cuando falta la conciencia, el punto de vista personal queda suspendido, privado de sus funciones; sin conciencia no hay conocimiento de nuestra existencia ni tampoco conocimiento de que exista algo más. Si la conciencia no se hubiera desarrollado en el decurso de la evolución y no se hubiese expandido hasta alcanzar su versión humana, la humanidad, tal como ahora la conocemos, en toda su fragilidad y vigor, tampoco habría evolucionado. Uno se estremece de sólo pensar que el simple hecho de no haber pasado por un simple recodo en nuestro camino podría haber supuesto la pérdida de las alternativas biológicas que nos hacen ser propiamente humanos. Pero entonces, ¿cómo nos hubiéramos dado cuenta de que faltaba algo?"

¿Que hablen de ti, aunque sea mal?

Al lector malherido le ha dado por la editorial que me da de comer... Le dedica sus cuatro últimos posts, nada menos.

La cosa debe de ser contagiosa, porque Proust's Muffin también ha sentido la necesidad de meterle el dedo en el ojo.

¿Por qué hay editoriales que generan adhesiones inmediatas y editoriales que no? ¿Hay que ser pequeño, mono y financieramente inviable para cultivar simpatías?

13 septiembre, 2010

Fiesta RBA

A pesar de verme obligado a dar la cara en la rueda de prensa del premio con los nervios subsiguientes y de verme rebautizado como Antonio Lorenzo por un miembro del jurado que luego me dio un pisotón, la fiesta de RBA fue un año más todo un éxito, tanto que dos cosas que habitualmente me disgustan, las copas de whisky y los puros, me sentaron divinamente como broche insalubre de la cita. Os adjunto el link de la noticia que dio TV3, sólo superable en orgullo personal por la generosa cobertura que, me aseguran, tendrá la cita en el próximo número de "Lecturas".


03 septiembre, 2010


Un pasaje de "Verano" de Coetzee, o cómo transformar una autobiografía en un ejercicio desmitificador de lo más astuto y con un equilibrio entre el humor el y drama ejemplar, entre el rigor y el espíritu lúdico que los más grandes saben calibrar a la perfección conscientes que en su justa medida se apresa la vida con más fidelidad que nada. Una lectura colosal de este ídem.


"Cree usted que estoy faroleando, lo percibo. Cree que me invento el diálogo para mostrar lo lista que soy. Pero así eran entonces las conversaciones entre John y yo. Eran divertidas. Disfrutaba de ellas. Luego, cuando dejamos de vernos las eché en falta. En realidad, probablemente nuestras conversaciones fue lo más que más añoré. Era el único hombre entre todos mis conocidos que me dejaba vencerle en una discusión sincera, que no soltaba una bravata, se ofuscaba o se marchaba enojado al ver que estaba perdiendo. Y yo siempre le vencía, o casi siempre.
La razón era sencilla. No es que no pudiese discutir, pero dirigía su vida de acuerdo con unos principios, mientras que yo era pragmática. El pragmatismo siempre derrota a los principios; así son las cosas. El universo se mueve, el suelo cambia bajo nuestros pies, y los principios siempre están un paso por detrás. Los principios son el material de la comedia. La comedia es lo que obtienes cuando los principios tropiezan con la realidad. Sé que tenía fama de adusto, pero en realidad John Coetzee era muy divertido. Un personaje de comedia. Una comedia adusta. Y eso, de alguna manera oscura, él lo sabía, incluso lo aceptaba. Por eso todavía le recuerdo con afecto, si le interesa saberlo".

02 septiembre, 2010