29 octubre, 2005

Lo peor de un sábado por la noche no es que te toque trabajar...

... lo peor es que también te toque trabajar el domingo por la mañana :-(

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(Y a mi lado ni siquiera se sienta Gael García Bernal)

28 octubre, 2005

Mi reino por un Miqui

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Pocas experiencias teatrales más alucinantes que el montaje de Juli Cèsar que Àlex Rigola llevó a cabo hace unos años en el Romea de Gràcia. Qudé atónito, boquiabierto, anonadado con su empleo de unos mínimos recursos escénicos, sus juegos de luces y sombras, su apuesta por apuntalar los climax con música rock, todos ellos elementos con un punto marciano pero que se integraban a la perfección con en el texto de Shakespeare, es más, lo propulsaban hacia una nueva lectura que es donde radica precisamente la riqueza de sus obras, en esa maleabilidad extemporánea de infinitas posibilidades creativas. De aquí el horror de contemplar la chapuza insultante y la payasada sin sentido a la que ha reducido Ricard 3r. Por principio estoy a favor de la deconstrucción de los clásicos, de faltar al respeto con criterio, de provocar con ideas, de descolocar con argumentos, pero supongo que hay límites que no deben traspasarse y que los marcan el buen gusto y la inteligibilidad. ¿Por qué convertir uno de los dramas más sanguinarios y tremebundos del bardo en un desfile de gañotas y gruñidos? “Estracanada” de vergüenza ajena, el principal problema de la obra quizás nazca de alterar el único fundamento intocable, el género (¿por qué convertir en una farsa de risa gruesa un drama lleno de reflexiones mordaces?). A medida que avanza la obra el verso shakesperaino se va apagando, se volatiliza en beneficio de vocifereos, guitarreos, pelucas, culos al aire y rayas de coca. De forma que cuando el monstruoso monarca a sangre y fuego acaba gimiendo su “My kingdom for a horse” uno piensa que habría dado su propio reino por un asiento con pasillo para estar hace rato en la calle.

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Por fortuna, las cosas mejoraron (aunque lo tenían fácil) gracias a un músico que tiene aspecto de Falstaff y cuyas letras hablan de lo mismo que el autor de Hamlet sólo que con algo más de inmediatez y algo menos de pretensiones formales. El concierto de Miqui Puig en La Paloma fue una gozada. En homenaje al salvador de la jornada he aquí una de sus letras que más me apasionan, la de Revival:

“Tu casa sigue estando en el mismo sitio. ¿Por queé no cambiaste tu número? Vives tan cerca de todo lo mío. De mi trabajo. De casa de Pepo y de los Viejos Clubs. Donde a veces pongo esos discos. Donde suena Northern Soul. Todo es revival. Todo va y viene, la vida, la muerte. Hasta el amor. ¿Reconocerías tú mi voz? Como seguro lo haría yo. Llevé un ramo de rosas rojas al hospital. Ana y Luis tuvieron otro chaval. Preguntaron por mi vida. Preguntaron por ti. Dicen que te han visto en el centro tan normal. Abrígate que viene el invierno si sales a comprar. Piensa que todo va y viene, todo es revival. Hasta el rock & roll dicen que volverá. La maxifalda y el disco. ¿Reconocerías tú mi voz? Como seguro lo haría yo…”.

25 octubre, 2005

A falta de Natalie, bueno es Berger

A mí sólo me ocurren acontecimientos tan fascinantes como los del Monty en mi imaginación. Prueba de ello es que mi encuentro más memorable lo tuve siendo un retaco con los payasos de la tele en el hall de un hotel y salí corriendo de vergüenza en cuanto mi madre me animó a pedirles un autógrafo. Ah, y también recuerdo que en el restaurante La Oca junto a Francesc Macià coincidí con Sara Montiel para regocijo de mi abuela. Esta falta de suerte, por llamarlo de algún modo, se compensa con la posibilidad de entrevistar (y, de tanto en tanto, copear) con grandísimos escritores que no son tan guapos como el bombón de anís Portman, pero que ocasionalmente endulzan la carencia con ideas estimulantes. O sea que mi vida es menos excitante (en todos los sentidos, tendríais que comer una vez a la semana en el Kikiriki con el mentado) pero rinde momentos de inspirada conversación. Todo esto viene al hilo de La vida secreta de las palabras (apunte: lo que el hijo adoptivo del Tormo sintió al contemplar con sus propios ojos a la Princesa Amidala lo hubiese experimentado yo de cruzarme con Sarah Polley, así que todos aquellos que acudísteis a un preestreno donde ésta se personó sin avisarme arderéis por toda la eternidad en el infierno) dedicada al escritor John Berger, de quien guardo un extraordinario recuerdo por ser el entrevistado posiblemente más afectuoso e inteligente con que me he topado. Emotivo retratista de las formas de vida rurales amenazadas de extinción (Puerca tierra, Una vez en Europa) y revelador teórico del arte y de la fotografía (Modos de ver y Te mando este rojo cadmio, salid en estampida a comprarlos), el título de la última película de Coixet le va al pelo pues, antes que nada, es un autor con una sensibilísima mirada de rayos X, capaz de sacar a la superfície, a través de las palabras, los secretos de cuanto oculta el mundo que damos por descontado. En su último libro, Aquí nos vemos (del que prefiero su nombre original, Here is where we meet, de preciosa pronunciación en voz alta), tiene un capítulo antológico en el que da la voz a los muertos para que hablen de cómo recuerdan el sabor de sus frutas preferidas, así como la siguiente escena que me parece el colmo de la sensualidad intelectualizada:
“Cuando nos despertamos, ella y yo estábamos abrazados, nuestros brazos y piernas enlazados. No nos sorprendió, pues los dos éramos conscientes de algo más asombroso: durante la noche los dos habíamos llevado a dormir al sexo del otro. Ni satisfaciéndolo ni negándolo, sino siguiendo un deseo diferente al que ni siquiera hoy es fácil darle nombre. Ninguna descripción clínica se adecua. Quizá era algo que sólo podía darse en la primavera londinense de 1943. Encontramos en los brazos del otro una forma de partir juntos, un medio de transportarnos a otro lado. Nos colocamos, nos acoplamos como si nuestros cuerpos compusieran un trineo o un monopatín. Sólo que entonces no existían los monopatines. El destino no era importante. Todas las salidas eran hacia una zona erógena. Lo que importaba era la distancia que dejábamos atrás. Y nos dimos distancia el uno al otro con cada lametazo. Donde nuestras pieles se tocaban había la promesa de un horizonte”.
A los que hayan tenido la paciencia de llegar hasta aquí les comentaré que campechano Berger me anotó la dirección de su granja bretona por si algún dia quería ir a visitarle, y también les dejaré estos comentarios suyos sobre los que reflexionar:
“Los medios de comunicación eliminan el pasado y el futuro no inmediato. En consecuencia, un presente en el que el pasado y el futuro a largo plazo no convergen no puede dar como resultado más que olvido”.
“No nos acercamos a ver las cosas de cerca. La información, con su prisa incesante, es ciega. Quítasela y la belleza sale a la superfície”.
“Estamos sumidos en una cultura de imágenes, en su mayoría relacionadas con las figuras de gastar y consumir. Pero las personas, cuando están solas y hablan de sí mismas, todavía se sirven de palabras”.
“La esperanza es una llama que te permite ver en la oscuridad”.

24 octubre, 2005

Estat de xoc

Divendres vaig sopar a dues taules, cinc escassos metres, de la Natalie Portman. Qualsevol cosa que digui està de més.

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PD: Ah, si, també hi era el Gael García Bernal. I feien manetes. I fumaven. I eren tan senzills i tan campetxanos (com la família reial). I... La Natalie Portman!!!! Allà, al costat, a tocar...

18 octubre, 2005

Al habla el Doctor Amor


Carta abierta a la inocente (y accidental) prospectora en los misterios del corazón humano:
Con todos los respetos, creo que no has entendido nada de la avalancha rosa que te ha avergonzado en el metro. Las novelas románticas son el género literario realista por antonomasia. Hemos de partir del hecho de que el amor es una involuntaria tormenta cerebral a través de la cual liberamos cantidades ingentes de dopamina y norepinefrina. Veamos: si los neurólogos abrieran nuestro coco durante el enamoramiento contemplarían el arrobador espectáculo de un córtex prefontal (región de la conciencia y el juicio moral) total y absolutamente inhibido, mientras que el área tegmental ventral (procesadora inconsciente de información sexual) y el núcleo caudado (integradora inconsciente de recuerdos y gustos) lo hallarían hirviendo de hiperactividad. En otras palabras, una combinación de flujos opuestos que revelan el carácter inconsciente del proceso, convirtiéndolo en una adicción más abierta a las oscilaciones entre euforia y ansiedad, al eterno toma y daca entre motivación y recompensa. Siendo pues la parte más irracional del ser humano, la más sensible a conductas ridículas, paranoides e indescifrables, la manifestación más palmaria de nuestras contradicciones y animalidad, de la ingobernabilidad de nuestras emociones, concluiremos que todo cuanto se comente o realice en una novela rosa, es sumamente plausible, casi podríamos aventurar que potencialmente dotado de un 99% de base ejecutiva. Sin ir más lejos, en nuestros archivos tenemos efectivamente casos de licantropía generados por una falta de correspondencia amorosa y, en el espectro opuesto, diagnósticos de amaxofobia generados por querer con locura. Si aún no la he convencido, pruebe a reflexionar sobre lo que dijo Melanceo “el Dorio” en el siglo XII A.C. justo antes de ingerir, impelido por un corazón asaeteado, una mezcla fatal de arvejas, yuca y pescado: “Si el sentido común se tomara, aunque sólo fuera por un instante, la molestia de analizar los motivos que me han conducido hasta aquí, me daría de hostias”.

15 octubre, 2005

Stop! Novela de amor

(Título gentilmente cedido por Fernando Fernán-Gómez)

La vida nos lleva a sitios extraños. Últimamente la vida me ha llevado a leer hasta cinco novelas románticas (dos de ellas romántico-paranormales, dos romántico-históricas y un thriller romántico) de portada sonrojante e interior aún más sonrojante en el plazo de un mes y medio, lo que debería convertirme en objeto de toneladas de compasión. Por si acaso no se vuelve a repetir la experiencia (por favor, que no se repita), y con espíritu constructivo, paso a enumerar Lo Que Todo Forzado Lector de Novelas Románticas Debería Saber Antes de Empezar a Leer:

- No esperes que los personajes se comporten de acuerdo a su supuesto carácter, porque su personalidad variará en función de lo que le interese al autor (autora en la mayoría de los casos) que ocurra en cada escena. Porque (atención a esta hipótesis, es de las que te hacen ganar una nota de “bien visto” en cualquier trabajo universitario) los cambios de punto de vista sólo sirven en este caso para trampear al lector, para que crea que todo lo que el personaje no hace cuando el punto de vista que se muestra es el suyo es plausible cuando el otro personaje lo relata. Ejemplo: Él piensa que jamás le podrá decir que la ama porque bla bla bla. Acto seguido, cuando es ella la que relata los acontecimientos, él se lanza a declarar su amor y a soltar toda una serie de cosas que el lector (aunque está por ver el porcentaje de hombres que se lanza al género) sabe que no encajan con el carácter del personaje en cuestión, pero que le convienen mucho a la historia. Es decir, que sin esas actuaciones “fuera de carácter” la historia sería imposible. Lo cual implica, en fin, un falso análisis psicológico, porque los personajes no actúan de acuerdo con ellos mismos casi nunca.

- No esperes que por ser el autor una autora y el lector una lectora vayan a sobrar alguno de los tópicos más rancios sobre hombres y mujeres. Ni que él vaya a ser alguna vez algo menos que espectacularmente atractivo o ella vaya a estar por debajo de Gisele Bündchen, eso tampoco.

- No esperes que las escenas de sexo sean sexys. Espera más bien que sean bastante embarazosas, cuando no divertidas (sin querer), o directamente cursis, o increíbles… además de excesivamente dialogadas, ¿no?.

- Si la novela es además medio histórica, no esperes que nada de lo que se explica vaya a estar mínimamente documentado. Espera mejor que sitúen una novela en Andorra y crean que aquello es el colmo del exotismo. Anoto además la sospechosa tendencia de las escritoras americanas a situar sus novelas en Escocia o Irlanda. Los británicos, en cambio, no les ponen nada, parece ser.

- No esperes que sitúen su historia en la actualidad, a menos que les de por introducir dragones, magos u hombres lobo en la trama. Los miriñaques sí que triunfan, igual que las calesas (la de cosas que pasan en las calesas), las mansiones señoriales y los peinados con mucho volumen.

- Y, finalmente, no esperes que nadie sea capaz de idear una trama que genere el suspense amoroso necesario para la supervivencia del género sin caer en ridículo. Es más fácil toparse con una causa tipo “mi familia está maldita” o “es que somos de especies distintas” (van dos novelas con esa excusa) que con “es que no sé si te quiero”.

Y, recuerda, si estás decidido a lanzarte pese a todo, no olvides forrar convenientemente las tapas de tu edición de bolsillo, más que nada para evitar problemillas en el metro.

13 octubre, 2005

Lloremos con Houellebecq


Después de la entrevista más marciana de mi vida con Michel Houellebecq -de la que el paralelismo más inmediato que encuentro es una visita a un psiquiátrico para "hablar" con un paciente en pijama sentado en una silla de ruedas, que sostiene un cigarrillo en la comisura de los labios del que le va cayendo la ceniza al regazo, y que tras larguísimos silencios responde con monosílabos o palabras vagas e ininteligibles mientras va acariciando a su perro- he aquí tres extractos de su última novela, La posibilidad de una isla, mezcla de ciencia ficción y tristísima historia de amor, provocadora y salvaje, pero también cargada de reflexiones filosóficas y sociológicas interesantísimas. Me he centrado en su visión fatalista del amor.

"Durante la primera parte de tu vida, no te das cuenta de tu felicidad hasta que la has perdido. Luego llega una edad, una segunda edad, en que sabes, en cuanto empiezas a vivir algo feliz, que acabarás perdiéndolo. Cuando conocía a Belle, comprendí que acababa de entrar en esa segunda edad. Tambieén comprendí que no había llegado todavía a la tercera, la de la auténtica vejez, cuando el hecho de prever la pérdida de la felicidad impide incluso llegar a sentirla.
Para hablar de Belle diré tan sólo, sin exageración ni metáfora, que me devolvió la vida. Con ella viví momentos de intensa felicidad. Puede que fuera la primera vez que tenía ocasión de pronunciar esa frase tan sencilla. Viví momentos de intensa felicidad. Dentro de ella, o un poco al lado; cuando estaba dentro de ella, o un poco antes, o un poco después. El tiempo, en aquella fase, seguía estando presente; había largos ratos en los que ya nada se movía, y luego volvía a caer en un "y luego". Más tarde, unas semanas después de conocernos, esos momentos felices se fusionaron, se reunieron; y mi vida entera en su presencia, bajo su mirada, se convirtió en felicidad".

"Cuando desaparece la sexualidad, lo que aparece es el cuerpo del otro, con su presencia vagamente hostil; los ruidos, los movimientos, los olores; y la presencia misma de ese cuerpo que ya no podemos tocar, ni santificar mediante el contacto, se convierte poco a poco en algo incómodo; desgraciadamente nada de esto es nuevo. La desaparición de la ternura sigue siempre de cerca a la del erotismo. No hay relación depurada, unión superior de las almas ni nada por el estilo que se le parezca, ni que pueda recordarla de forma alusiva. Cuando el amor físico desaparece, todo desaparece; una irritación taciturna, sin profundidad, viene a llenar la sucesión de los días. Y yo me hacía bien pocas ilusiones sobre el amor físico. Juventud, belleza, fuerza: los criterios del amor físico son exactamente los mismo que los del nazismo".

"La única manera de sobrevivir cuando estás realmente enamorado es disimularlo ante la mujer a la que amas, fingir en cualquier circunstancia un ligero desapego. ¡Qué tristeza en esta simple constatación! ¡Qué acusación contra el hombre!... Sin embargo, nunca se me había ocurrido poner en duda esa ley, ni pensar en sustraerme a ella; el amor te vuelve débil, y el más débil de los dos acaba oprimido, torturado y finalmente muerto a manos del otro, que por su parte oprime, tortura y mata sin intentar hacer daño, sin sentir placer alguno por ello, con una total indiferencia; eso es lo que los hombres, por regla general, llaman amor".

11 octubre, 2005

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Els tres millors discs que m'he comprat darrerament
(de fet, són els únics tres discs que m'he comprat darrerament).

- "Catching Tales", de Jamie Cullum (aquest paio és la bomba).
- "Alivio de luto", de Joaquín Sabina (el mestre, el més gran).
- "Automatic Imperfection", de Marlango (Leo, je t'aime).

10 octubre, 2005

Declaraciones del siempre lúcido Javier Marías, inoculado con algo tan infrecuente como es la necesidad de ir a contracorriente del generalizado aborregamiento mental:

"Se considera que amar es algo muy bueno en sí mismo. Hay la idea casi
universalmente aceptada de que amar es lo mejor que le puede pasar a nadie.
Esto es muy relativo. Amar no es ningún mérito. No es en sí mismo ni bueno
ni malo, puede ser estupendo y puede ser un horror. Otra cosa para mí muy
negativa y casi universalmente aceptada es que el sufrimiento en sí misno
tiene mérito. La palabra mérito no es la adecuada. El sufrimiento puede ser
digno de compasión, pero mérito en sí mismo no tiene."

"De joven, a veces, uno hace grandes tragedias de lo que le sucede, cuando
lo que le sucede no tiene gran importancia visto desde un punto de vista de
mayor experiencia. Cuando mayor se es, más se aprecia la gravedad de las
cosas que son verdaderamente graves. Se tiene más sensación de cierta falta
de remedio posible, de falta de tiempo para enmendarlas, mientras que en la
juventud siempre se piensa que puede haber un tiempo mejor, que puede haber
un país mejor."

"Ahora tengo la sensación de que no solamente no se avergüenza nadie de ser
ignorante, sino que incluso se enorgullece de serlo –hablo siempre en
términos muy amplios y muy generales y desde mi punto de vista, claro. Y
están tan satisfechos. Esa cosa muy española de: "Pues sí, no sé eso, ¿y
que?", "y además no sé escribir, ¿y qué?, "Y además no sé leer, ¿qué pasa?"

"Las personas muertas que yo realmente echo de menos –para decirlo
simplemente, "mis muertos" entre comillas- los tengo en la cabeza
permanentemente. No pasa día en que no me acuerde en algún momento, por
algún pequeño motivo y con toda naturalidad, de ellos. El hecho de que no
los vea, en algunos casos, desde hace ya mucho años, no significa que no
estén presentes en mi vida. Estuvieron presentes en mi vida con intensidad
durante suficiente tiempo como para que siga siendo así."

05 octubre, 2005

Sacher Torte y los extraterrestres


Me autoinvito a cenar a casa de Sacher Torte, a quien por extraños conductos me une Jorge Bucay y el estribillo de una canción de Placebo. Lo primero que hace es poner un vino tinto en el congelador. Más tarde, concentrará unos treinta gramos de café molido en un cinco centrilitos de agua como resultado de retirar la cafetera del fuego con considerable antelación. Lo que se dice un café cargadito. Por cuestiones masoquistas que prefiero no detenerme a sopesar, me resulta encantador que a mi sugerencia de salir de parranda me suelte un “ni de coña” y que a la declaración de intenciones de marcharme, emitida no por deseo sino por cortesía, enseguida obtenga la entusiasta respuesta, “y tanto que te largas”. Luego intuiré que un detalle microscópico que le he traído del quinto pino acumula sedimentos en un cajón en vez de enroscarse en su muñeca. Sacher Torte tiene algo de caja fuerte, de jeroglífico azteca, y un pelín de animalillo deslumbrado por los focos de un coche (mas no de los que acabarán chafados sino de los que te sacarán de la carretera). Pero la caída de ojos, los principios y las madalenas integrales lo compensan todo. Tras sopesar, de forma desenfadada, divergentes criterios de excelencia musical y calidad literaria, y antes de volver a casa con un saco de interrogantes que no hace sino estimular el eterno debate sobre los límites de la comunicación humana, me enseñó una fotografia de infancia, la clásica de pandilla veraniega de impúberes sonrientes con el pelo rebosante de cloro y relucientes dientes de leche. En ella se esconde el origen de su creencia en los extraterrestres. Un punto luminoso en el margen superior derecho, producto de una simple sobreexposición, le hizo imaginar que era una especie de ovni al que sólo las sales de plata podían revelar. Bendita inocencia, aunque también me pregunto si no fue víctima inconsciente de una abducción y por ello ahora resulta tan rematadamente desconcertante.

03 octubre, 2005

Es que no puedo...

50 ofensas al buen gusto necesitadas de erradicación de cara a salvar a la humanidad de la autodestrucción.

1) Los tangas.

2) Las camisetas sin mangas.

3) Las camisetas ceñidas.

4) Las camisetas promocionales.

5) El maquillaje en las chicas.

6) Los cafés en vaso.

7) Las bambas con rejilla.

8) Los chándals fuera del tartán

9) Las permanentes.

10) La ingestión de cualquier alimento en cines, teatros…

11) Hablar en los ídems.

12) El empleo de vocablos comodín atrofiacerebros tipo “rollo”, “guay”, “marrón”…

13) Las frases “ya te lo dije” y “es que yo soy así”.

14) Las pegatinas en los coches.

15) Hablar por móvil en público.

16) El pollo.

17) Los merenderos de carretera.

18) Los libros de Lucía Etxebarría.

19) Lucía Etxebarría.

20) Los transistores en la playa.

21) Las axilas sin depilar.

22) La laca.

23) Los coches discoteca.

24) Los palillos de dientes.

25) Los pueblos cotillas.

26) Las paellas Paellador.

27) Las porcelanas Lladró.

28) Las uñas pintadas.

29) Las películas subtituladas.

30) Los poemas traducidos.

31) Las bodas.

32) Los bautizos.

33) Las comuniones.

34) El café descafeinado.

35) Los refrescos light.

36) La sacarina.

37) Los productos dietéticos en general.

38) Mascar chicle en estéreo.

39) El victimismo y la visión trágica de la vida en hijos de papá.

40) Las fiestas de disfraces.

41) Los payasos del circo.

42) Los mimos.

43) La frase “No leo porque no tengo tiempo”.

44) Los gurús de la autoayuda.

45) La grasa.

46) Las acelgas.

47) Las despedidas de soltero.

48) Los parques temáticos.

49) Los álbumes de fotos ajenos.

50) Las bolas de nieve de recuerdo.

(Continuará)