19 marzo, 2007

El 8º enanito. Capítulo 5º

Extracto de la crónica "Aglomeración Vermellón"
"Mas solo el joven Cleto fue capaz de salir con la fórmula para acabar con el Cíclope Daltónico que cada nueva jornada, sólo despuntar el alba, exigía su sangriento desayuno, en forma de sacrificio de diez de nosotros. Puesto que tenía un ojo perezoso, Cleto tenía que llevar un parche unas horas cada día. Por eso supo ponerse en la mente de nuestro asesino para batirlo. Bastaba con conseguir taparle la visión de su impar herramienta de visión e inutilizarla. En el día señalado, a instancias de su plan, los enanos mayores de edad de todos las latitudes nos enfundamos de cabeza a los pies en uniformes vermellón que confundieran a la bestia desde el punto de vista cromático. A continuación, formamos una torre con michelines en forma de pera -el manjar predilecto de los ogros después de nuestros tiernos cuerpos- colgándonos, ayudados de unos arneses transparentes, de un árbol a la salida de su guarida. Cuando salió, se desperezó y de inmediato, luciendo una expresión de gozo inefable y babeando profusamente, el Cíclope Daltónico picó y se lanzó en pos de nosotros. Cuando estaba a punto de alcanzarnos con sus varicosos dedos todos a la de una saltamos hacia su ojo huérfano y empezamos a hendirlo con nuestros afilados estiletes hechos de musgo cocido en rocío de bayas. La acción fue rapidísima y letal. En cuestión de escasos segundos saltamos de nuevo a tierra sirviéndonos de nuestros aerodinamicos paracaídas fabricados con pezuñas de armadillo. Alejados unos cuantos metros por seguridad contemplamos, entre llantos de satisfacción y gritos de júbilo, cómo la fiera se retorcía de dolor tapándose el órgano herido que supuraba su repulsiva sangre lila. Mas se nos congeló la sonrisa y un cubito de hielo nos recorrió el espinazo al descubrir que uno de los nuestros, apenas un puntito vermellón en medio de un feroz remolino verde, estaba suspendido en una de las pestañas de nuestro archienemigo, luchando denodadamente por zafarse de esa trampa mortal. Era Cleto. Ironías del destino: su propio parche se había enganchado en la velluda extensión del Cíclope Daltónico". (Continuará...)