11 noviembre, 2005

Réquiem por Woody



A) Terriblemente dolorosa decepción con Match Point. Impropio del talento de Woody Allen que baraje sin ningún pudor los más manidos tópicos sobre la infidelidad, la amante bombón que deviene una desquiciada, el arribismo… en una historia lineal, roma, reiterativa, sin ningún asomo de diálogo carnoso ni sarcasmo tan suyos, salida de un guión que, como la mayoría de los firmados en los últimos seis o siete años, están hechos con descuido, ligereza, en cinco minutos, propio de un genio que lo ha conseguido todo y ahora se limita a pasar el rato volviendo de forma rutinaria y negligente sobre sus obsesiones. El tema de la conciencia y su tanteo soterrado de la figura dostoievskiana de Raskolnikov ya lo había tratado con maestría en una de sus últimas obras maestras, Delitos y faltas, frente a la cual su último film es un proyecto de fin de curso de un plagiador abandonado por la inspiración. Pocas filmografías tan condicionadas por la situación sentimental como la suya. La presencia triste, reflexiva y grave de Mia Farrow extrajo lo mejor, creativamente hablando de él, tanto en el plano cómico como dramático (en aquellos gozosos tiempos en que armonizaba a la perfección el sentido lúdico y trágico de la vida) brindándole una edad de oro en la que acumuló título brillante tras título brillante Hannah y sus hermanas …(“manos tan pequeñas como la lluvia”) sería el ejemplo tragicómico perfecto, Otra mujer “¿un recuerdo es algo que tenemos o es algo que hemos perdido?”) lo trágico sublime y Broadway Danny Rose lo cómico insuperable). Con anterioridad, la excentricidad dicharachera de Diane Keaton apayasó su creatividad, limitándola a un sano desparrame, mientras que ahora, la juventud de Soon Yi la ha frivolizado. Celebrity, Desmontando a Harry y a ratos Melinda y Melinda me parece lo único a la altura de cuanto ha filmado en su tercera etapa. De veras que he ido saliendo hecho polvo de las salas en que han proyectado sus últimas películas, a las que en cada ocasión acudía como un enamorado que asiste a una eterna primera cita para comprobar que sus atenciones no son correspondidas.



B) Lo único salvable de Match Point, por vulgar que suene ya decirlo, es la presencia radiante de una Scarlett Johansson que de tan guapa e incitante hace daño, lástima que su personaje acabe derivando en la típica histérica desatendida. El caso es que en un momento comenta que es perfectamente consciente de su condición sexy, la cual la condena a que los hombres tengan un interés instantáneo en ella. Su hermana, por el contrario, atesora una belleza clásica. Pensándolo un momento, ni uno ni otro modelo constituyen la esencia de la seducción. Las curvas explosivas, labios carnosos, voz de cazalla y mirada de gato de Johansson la convierten en un automático objeto de deseo, despierta los instintos del bajo vientre con puntualidad británica. En cuanto a su (ausente) hermana, Balzac (sí, sí, dejadme que me ponga pedante) dijo que “la belleza es una promesa de felicidad”. Contemplar alguien o algo bonito nos estimula porque sus formas proporcionadas desprenden una sensación placentera que nos imbuye de la ilusión prospectiva de que en su compañía tocaríamos el cielo. Pero claro, ese subidón instantáneo habrá de batirse con el factor tiempo.
Entre estos dos patrones, unidos por provocar una atracción inmediata, creo que lo verdaderamente erótico es la persona comúnmente bautizada como “interesante”, poseedora de un no sé qué de difícil definición, ambiguo y (aquí reside la clave), involuntario, no forzado, espontáneo. Gente que va calando como una buena canción que es inapreciable en una primera escucha. Gente que se queda contigo cuando no está, es decir, que paradójicamente tiene una fuerte presencia en estado ausente, al modo de una experiencia que gana peso al convertirse en recuerdo. El consuelo de esta teoría es que integra potencialmente a todos los feos o normaluchos, que somos legión.