01 febrero, 2006

De cómo (casi) tener una exclusiva

Ayer llegué, como cada día, a la agencia de noticias a las 8 de la mañana, y me senté a escribir, solita como estaba, sobre los Sucesos Habituales A Esas Horas: que si un tipo se sale de la vía en la autopista y acaba en el Hospital Josep Trueta, que si diecisiete carreteras catalanas siguen cortadas a causa del temporal, que si los detenidos por atropellar mortalmente a un joven en Cornellà (Barcelona) pasan hoy a disposición judicial… Lo de siempre. Pero, de repente, a las 8:30, una llamada poco habitual. Era de una compañera: Hola… qui ets? Sóc la Glòria, del cap de setmana… Mira, resulta que visc a Sant Cugat, just davant de l’Arxiu Nacional on han de venir a parar els papers de Salamanca i… estan passant coses molt estranyes, aquí. Jo crec que els estan portant, ara mateix, han entrat dues furgonetes, ho estem gravant tot en vídeo, no sé què pot ser, aquí no hi ha cap periodista! Excepto ella, claro, que es periodista y nos sirvió en bandeja lo que, de haber tenido yo más reflejos, hubiera podido ser una jugosa exclusiva. Porque claro que llamé a la redacción de Madrid y pregunté, como quien pregunta una tontería, si les parecía probable que los papeles del archivo de la Guerra Civil hubieran llegado de madrugada y sin avisar a Sant Cugat, pero hasta que ellos y yo nos espabilamos y nos pusimos a llamar a ministerios y consellerias de cultura pasaron unos preciosos minutos durante los que alguien pegó un oportuno telefonazo a la Cadena Ser… quien comunicó la noticia a eso de las 8.50 de la mañana, en primicia, mientras Glòria y sus compañeras de piso seguían siendo los únicos seres humanos externos a la operación que contemplaban el suceso. Pensamos entonces, a pesar de la frustración: bueno, tenemos la única descripción de primera mano de los hechos y tenemos una filmación en vídeo doméstico, algo es algo. Así que empezaron a llamar de todas las cadenas de televisión preguntando por las famosas imágenes que pronto se propagó que teníamos y empecé a escuchar en todas las emisoras como Glòria explicaba pacientemente su versión de los hechos mientras rechazaba entregar la cinta de vídeo a varios colegas de cadenas rivales (¡e incluso de EFE!) y trataba de sobrevivir a sus 15 minutos de fama (más tarde reconocería que estar al otro lado hace que te des cuenta de lo sumamente pesaditos que somos los periodistas) sin perder la cabeza. Luego resultó que un problema de cabezales convirtió en prácticamente inservibles las imágenes grabadas por las compañeras de Glòria, aunque algunas televisiones sacaron planos y algunos periódicos también aprovecharon la secuencia en la medida de lo posible, y que al no estar Glòria en acto de servicio varios compañeros tuvimos que dejar caer a los jefes la idea de que quizá era de justicia recompensar a quien nos habría podido servir una exclusiva (no se les hubiera ocurrido a ellos solos, seguro). Porque aunque luego no pudiera llegar a serlo, aunque al final sólo rozáramos durante un rato la primera línea, qué divertido fue todo, qué bien lo pasamos. Es lo más cerca que he estado nunca de tocar la actualidad con los dedos. Y mola.