30 enero, 2008

The Weight is a Gift

Me cuesta un poquito mantener la atención. Supongo que es la historia de mi vida. Y ocurre que a veces pueden pasar años enteros antes de que me dé cuenta de que algo me chifla… Pero cuando ocurre, cuando caigo en ello, me convierto en cuestión de segundos en una fan desquiciada que busca por Internet todo lo que tenga relación con aquello a lo que de repente profesa una admiración sin fisuras y en cuestión de días adquiero desproporcionados e inútiles conocimientos que me permitirían escribir enciclopedias enteras sobre el objeto de mi desquiciamiento.

Me ha pasado con dos cosas últimamente. Una de ellas es un grupo de Nueva York llamado Nada Surf. Os evitaré la tesis doctoral que estoy escribiendo sobre ellos y sólo diré que molan. Lo mejor es que me habían dejado un disco suyo hace AÑOS y apenas le presté atención. Puede que ni lo escuchara. Pero el otro día, en casa de una amiga, sonó Blonde on Blonde, una de las canciones de su disco Let Go, y me pareció tan bonita…


Salí de esa casa con los tres primeros discos de Nada Surf y me bajé el siguiente a la primera oportunidad. Y desde entonces he estado escuchando obsesivamente algunas de las canciones de The Weight is a Gift (Do it again, Concrete Bed y Always Love, sobre todo), como si me fuera la vida en ello, hasta el punto de pillar una rabieta al enterarme hace dos días de que el nuevo disco de Nada Surf se presenta en pocas semanas en una gira que pasará por Madrid, Vigo y Bilbao, pero no por Barcelona. Al verme planeando un viaje a Bilbao es cuando he empezado a preocuparme en serio y este es el siguiente paso para superarlo: hacerlo público. Sólo necesito que alguien diga que es un grupo patético para curarme de golpe. Help, please.