04 abril, 2007

"El 8º enanito". Capítulo 9

Cuando al principio de esta historia se dijo que el 8º enanito se labró su propio camino es porque malinterpretó drásticamente su particular sueño premonitorio. No buscó consejo ni asesoramiento de nadie, guardó celosamente el contenido de su pesadilla. De haberlo hecho, los más veteranos de Dos Palmos le habrían advertido de su error fatal, conminándole a arrancarse la pestaña sin temor alguno y, sobre todo, previniéndole contra la idea de aventurarse lejos de los límites del pueblo, pues allá fuera se agazapaba la verdadera amenaza detrás de esa terrible visión onírica. Pero el 8º enanito, desconfiado e introvertido por naturaleza tras haber sido motivo de chanzas por su transgresión numérica y su condición de zurdo, procedió por el método de Juan Palomo. De no haber sido así, su figura habría rutilado en Dos Palmos, introduciendo revolucionarios conceptos argonómicos en el mobiliario doméstico e, ironías del destino, llegando a ser comisario jefe de eventos festivos. Y eso no es todo: habría continuado desafiando los patrones genéticos de su raza convirtiéndose en el primer progenitor de nueve enanos, el último de los cuales habría sido una niña zurda y miope, que a buen seguro habría expandido los horizontes de la experiencia enana, enriqueciéndola con un sinfin de posibilidades jamás concebidas por sus congéneres. En cualquier caso, el 8º enanito pagó con el destierro su espíritu independiente. Acostumbrado a los reveses, aceptó el veredicto con estoicismo. Se despidió de sus compungidos padres (abrumados por una inconsolable sensación de fracaso puesto que lo habían educado como a un hijo más, pese a que podrían haber sido sus abuelos) y de sus aliviados hermanos (ellos siempre intuyeron que les traería problemas, por lo que la restitución del balsámico 7 les proveía de renovados ánimos para encarar el futuro), llevándose consigo un par de mudas, un tupperware con comida para tres días y un libro de aforismos del filósofo croata enano Krmpatichof. Tardaría exactamente ocho minutos en encontrarse en apuros. (Continuará...).