10 abril, 2007

"El 8º enanito". Capítulo 10.

Cuando el 8º enanito franquea las murallas de Dos Palmos camino del exilio, ya ha caído la noche. El frío muerde y la oscuridad es casi absoluta pues la luna apenas asoma en un gajo de melón finísimo. Ha estado lloviznando todo el día y por sus fosas nasales trepa un intenso olor a pinaza húmeda. No sabe qué dirección tomar. Puesto que salir a cazar es una tarea adulta que comienza precisamente con la mayoría de edad, jamás se ha aventurado lejos del pueblo, a lo sumo ha participado en picnics familiares y excursiones escolares a una hora de camino. Un cúmulo de gorjeos, pisadas y movimientos de origen desconocido lo ponen en estado de alerta. La tentación de volver sobre sus pasos y suplicar a los guardianes de la entrada a Dos Palmos que lo readmitan, aunque sólo sea subrepticiamente por unas horas, resulta casi insoportable.
Como cada vez que se ha sentido en una encrucijada y necesitado de consejo por una instancia superior, abre al azar el libro de Krmpatichof y, enfocando con su linterna de mano la página afortunada, lee: "... descomisar la manipulable atribución al espíritu de un componente extrasensible es el avance sulfúrico hacia el fortalecimiento de su ductilidad". No entiende una palabra, pero se agarra a la inclusión de "avance" como a una indicación para que reconsidere su primer impulso de regresar a casa y, por el contrario, tire millas sin mirar atrás. Así lo hace y, cuando apenas ha recorrido unos pasos en dirección noroeste, se ve engullido de forma violenta por un agujero en la tierra. Desciende a una velocidad de vértigo, una hambrienta aspiradora subterránea lo succiona hacia las entrañas del subsuelo. Intenta frenarse con sus diminutas manos y pies, mas el gesto es tan baladí como buscar asideros en el cielo abierto durante una caída libre a 1500 pies de altura. Baja, baja y baja. Oye un grito desgarrador que proviene de las profundidades del esófago rasposo, elicoidal y tenebregoso pero descubre despavorido que aquél sale de su garganta. Entiende de golpe que está experimentando en su propia carne el sueño premonitorio que lo aterró. Instantes antes del impacto, profesa mentalmente unos deseos nada amistosos hacia su hasta entonces filósofo croata enano de cabecera, los cuales hace extensibles al conjunto, sin excepción, de su parentela. (Continuará...)