Vivimos instalados en automatismos, en frases hechas, códigos de conducta en leasing, reflexiones plagiadas, gustos ajenos, tópicos monstruosos, tal y como me apuntó Salvador Pániker en una de las entrevistas más interesantes de mi carrera "escuchando música prestada", ese mismo Pániker que, tan sabio como es, comenta que necesitó llevar muchos años escribiendo su diario para empezar a reflejar en ellos algo de lo que de verdad pensaba y sentía, pues son tantas y tan gruesas las capas y más capas de ropa que no es nuestra con la que nos abrigamos desde que despertamos hasta que nos acostamos.
De aquí que me irriten profundamente las frases hechas y esas palabras comodín como "rollo" o "brutal" que revelan una pereza inmarcesible, un coágulo al provechoso ejercicio mental que siempre supone buscar el modo exacto de expresar las cosas. Sólo hay un vicio que lo supera en capacidad atrófica: coger el ascensor para ahorrarse uno o dos pisos de escalera. Deberían multar a los que lo hacen prohibiéndoles decir, por lo menos durante una semana, "chulo" o "guay".
|