Existen muchas versiones de por qué nadie ha oido hablar del octavo enanito. Los hay que dicen que un ejecutivo de la Walt Disney Company lo vetó aduciendo que el número 7 era el de la buena suerte universal. Otros aseguran que era negro, algunos que era mujer, dos modelos sacrificables en la prehistoria de la corrección política. Entre los paranoicos, unos sostienen que la morfología cuadricular de su cráneo recordaba sospechosamente a la de Benito Mussolini, otros que llevaba tatuado en el cuello el símbolo satánico del pentagrama invertido, unos terceros que lucía un bigotito que ridiculizaba al Gran Jefe y unos últimos que su nombre escondía el acrónimo de un término obsceno. Pero ninguna de estas teorías es cierta. No hay que buscar culpables a sus desventuras. Ni siquiera hay que achacarlas a la mala suerte o a un destino funesto. El 8º enanito se labró su propio camino. Esta es su historia. (Continuará...)
26 febrero, 2007
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