23 mayo, 2006

Lost



Dos teorías sobre el éxito de Lost:

1) Mirar a otro lado: El primer punto del manual del buen tahúr es un ejercicio de despiste tan básico como hacer creer que lo que acontece a la vista del público es lo importante, cuando la verdad es que la esencia del truco se cocina bajo mano, allá donde no alcanza el ojo. Lost nos convence de que el meollo está en una isla a medio camino entre la misteriosa de Verne y la de los famosos de la tele, en un presente cargado de amenazas e interrogantes sobrenaturales, mientras que realmente son los flashbacks los depositarios de los secretos de la serie. En otras palabras, las historias personales de los náufragos constituyen la llave que abre la macroescotilla que vendría a ser la isla. Lo secundario contiene y oculta lo primario. En el prólogo anida la conclusión.

2) Puntos ciegos: A juicio del escritor Jonathan Lethem, la imposibilidad de una adaptación cinematográfica perfecta de un cómic radica en el hecho de que lo fundamental en éste se desarrolla en los intersticios en blanco que separan una viñeta de otra, tránsitos vacíos que el lector ha de rellenar de forma imaginativa y que la continuidad del montaje en celuloide desbarata. Lost se sostiene en la sublimación de estos cortes. Dicho de otro modo, en lenguaje neurocientífico el término "sinapsis" define los espacios que existen entre dos neuronas, un hueco todavía por descifrar en el que hierven misteriosamente los procesos más simples y complejos que es capaz de ejecutar nuestro cerebro. Los circuitos neuronales de Lost transitan por esta tierra ignota e inexplorada.

Resultado: El título de la serie no hace referencia a los isleños accidentales, sino al nombre en clave de los espectadores.