13 junio, 2010

Un gazpacho con Irving


¿Quién me iba a decir cuando de adolescente leí "El mundo según Garp" que algún día estaría comiendo mano a mano con su autor, viéndolo sorber un gazpacho y pidiendo en un castellano más que aceptable un "café caliente con leche" (qué estómago tienen los americanos para acabar el almuerzo con semejante tazón), que podría mirar con detenimiento el tatuaje del tartán de luha grecorromana en su antebrazo derecho, y que al rato se uniría su mujer, y que los vería comentar el sms enviado por su hijo desde Insbruck alarmándolos con la perspectiva de practicar rafting, y que ella me acabaría invitando a cenar a su casa de Vermont?


La posibilidad de que algo así aconteciera me habrían parecido tan inverosímil como alguno de los delirantes pasajes que me iba encontrando en aquella novela. Tiene razón Irving al molestarse por la obsesión acerca de cuánto hay de autobiográfico en sus historias pues en un mundo dónde todo puede ocurrir, ¿qué importancia tiene si en realidad tuvo lugar o no?