02 julio, 2007

"El 8º enanito". Capítulo 17. "La Resurrección del Cíclope". Parte II.

El experimento funcionó a la perfección. En su día más feliz, Strata aspersó litros y más litros del hediondo elixir -al que había dedicado extenuantes sesiones de prueba y error durante 729.634 días, mezclando todo tipo de plantas y ungüentos hasta obtener una versión artificial del virulaitis felex- sobre el cuerpo montañesco del Cíclope, que yacía sin vida sobre la tierra. En cuestión de segundos, este comenzó a mover las extremidades tímidamente y, acto seguido, a articular el resto de sus partes en movimientos robóticos, hasta que finalmente se enderezó por completo y emitió un intento de rugido que se quedó en una tos seca. Había resucitado.
Strata, con una sonrisa de oreja a oreja, lo primero que hizo irónicamente fue dispararle un dardo durmiente que volvió a tumbarlo. Con sus poderees telequinéticos lo condujo por las profundidades de su guarida hipertecnificada hasta encerrarlo en un tanque de conservación y regeneración de tejidos. Que hubiese vuelto a la vida no significaba que estuviera físicamente en condiciones de desenvolverse por ella. Su dañado ojo, sobre todo, requería de una larguísima recuperación flotando en los putrefactos líquidos. Programó su deshibernación para un futuro muy lejano. Para entonces, ella ya no estaría en este mundo, pero cada día que le quedara iba a regocijarse imaginándose la devastación que causaría en Dos Palmos, el apocalipsisi que, gracias a sus pérfidas artes, descendería sobre ese ridículo pueblo de enanos idiotas. (Continuará)