05 julio, 2007

Opositando, opositando, opositandoooooo


En mi ciega y desorientada búsqueda de un empleo digno, hace años que pensé en la posibilidad de conseguir un cómodo (comparado con mi trabajo actual, todo me parece cómodo) puesto de profesor de lengua y literatura castellanas en un apacible (comparado con etc.) instituto de enseñanza secundaria. Así que hace unos meses rellené la inscripción para presentarme a las oposiciones que a tal efecto convocaba la Generalitat. Consejo número 1: cuidado con el papeleo, hay que demostrar con fotocopia compulsada hasta que llevas los empastes bien puestos. Cuando superas ese escollo y por fin admiten que eres un ser racional no criminal hispanohablante y catalanohablante, empiezan a ponerse pijos con el procedimiento de acceso, que de toda la vida de dios han consistido en echar un rollo ante un tribunal, pero que ahora además incluye preparar una programación didáctica a là LOGSE. La cuestión es que hay que componérselas para llenar unas cuantas decenas de páginas con objetivos, conceptos y actitudes mientras le echas un ojo a los 72 temas que hay que empollar para el examen teórico. Cuando llega el día del examen, de las cinco opciones por suerte siempre hay alguna de literatura, así que, en mi caso, rasqué de mi memoria página y media sobre la literatura española del Renacimiento y dejé mi programación (un rendido homenaje a la de una ex opositora) ante el tribunal. Como novedad, este año había que leer el tema escrito delante de sus miembros, para que los pobres no tuvieran que realizar el esfuerzo de leerlos por sí mismos o para comprobar si los opositores recordábamos los mecanismos de la lectura, no me quedó claro el motivo. El caso es que me citaron un día como suplente y yo, para no tener que dar explicaciones en el trabajo, fui, vi que no faltaba nadie y me piré. Cuando me presenté al día siguiente a primera hora descubrí con horror que el día anterior habían llamado a todos los suplentes así que tuve que dar una serie de explicaciones al tribunal y escuchar rumores de todo tipo sobre las razones de mi no comparecencia, entre ellas que me había roto un pie (¿). Me relegaron al final de la lista y quedé un poco como una marciana, porque las demás opositoras no podían concebir que alguien no pasara las 24 horas del día junto a la puerta del tribunal esperando su turno. Al fin me llegaron las vacaciones y pude centrarme un poco en el asunto, que requería tiempo para pasarse cada día por el instituto en el que se realizan las pruebas para averiguar si en la convocatoria del día siguiente aparecía tu nombre (el concepto oposiciones choca con el concepto internet, por lo que se ve).

Este mediodía he ido a soltar el rollo final: la defensa de la programación. En la anterior convocatoria me embalé tanto que liquidé el asunto en 20 minutos, la mitad del tiempo establecido y me tumbaron (por ese y otros motivos), así que esta vez me he esforzado por alargar un poco más la explicación, aunque al final una del tribunal me ha puesto en un apuro con una pregunta puñetera que ha hecho bastante evidente que mi programación no era del todo mía. El caso es que ya está. Se acabó. Por fin. Y casi espero no aprobar, porque al margen de que hoy tampoco he llenado el tiempo y de que un folio y medio es muy poco para hablar de toda la literatura del Renacimiento, eso implicaría que la semana que viene me tocaría coger un avión de regreso urgente de mis vacaciones para seguir con el papeleo, con lo que esta oposición, este jardín en el que me he metido, acabaría de fastidiarme las vacaciones por completo… y ni siquiera podría echarle a nadie la culpa. Sólo podría enfadarme conmigo. Así que esto es un desahogo por anticipado. Aviso que si apruebo lo borro…