Además de que me llegará la muerte y de que no me voy a quedar calvo, sólo tengo una certeza en la vida. Y es el cierre del diálogo con la camarera del restaurante chino vecino al trabajo que me toma el pedido.
-¿Y para beber?
- Ya sé que no entra en el menú, pero tomaré una cerveza china.
- La cerveza china no entra en el menú.
- Lo sé, pero me la tomaré igual.
- De acuerdo.
Tan previsible como la toallita caliente y la cestita con pan de gamba, este infalible y ya entrañable intercambio verbal se corona a la hora de ir a pagar con un último recordatorio por su parte: "La cerveza china no entra en el menú". Qué seguridad y paz interior procuran los bucles.
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