28 mayo, 2007

El hilo musical

Entre los odios más sinceros y profundos que profeso en este mundo ocupa un lugar preferente el hilo musical. No tanto porque en su perverso e insultante afán por establecer una democracia melódica entienda que el patrón común de preferencias musicales pasa principalmente por versiones instrumentales de temas átonos y ñoños, sino porque atenta contra el silencio justo en aquellas situaciones en las que el silencio es más necesario. Su razón de ser es provocar una ominosa intrumisión, un tajo en el bienestar como esas puñeteras abejas que revolotean por el borde de nuestra refrescante Coca Cola con hielo y limón amargándonos una radiante mañana de verano en una terraza frente al mar.
El otro día, mientras desayunaba en el salón de un hotel con la absurda espeanza de que la acción combinada del café y el zumo de naranja diluyeran algo una resaca que, cual ladrilo hidráulico perforaba mis lóbulos frontales, e intentaba concentrarme en la siguiente frase de Rafael Sánchez Ferlosio ("La condición de víctima por violencia humana se transforma en un depósito de valor, en una especie de capitalización. El cristianismo está convencido de esta idea, de la víctima como generadora de valor moral") invadiendo con desfachatez el espacio sonoro se propagaba de forma insidiosa una versión al piano de "Blue Gardenia". Transformación de la belleza en espanto. ¿Cómo perdonar a alguien tan cruel como para boicotear tu historia de amor con Dinah Washington?