10 junio, 2006

El error Da Vinci

Gran texto, supurante de rabia, hallado en la Wikipedia inglesa sobre El código Da Vinci y dedicado a refutar todos y cada uno de los errores, errorcillos y hasta faltas de ortografía que aparecen en la novela de Dan Brown. Traduzco alguno de los (millones) de puntos que con más saña disecciona el picajoso autor:

La historia del monje albino arrestado en Francia, empieza, encarcelado en Andorra y huido hacia España demuestra una ausencia total de documentación básica que se podría haber subsanado, y aquí se pone sarcástico, con un rápido vistazo a una guía turística, además de que es improbable que a alguien a quien han detenido en la costa francesa lo encarcelen en otro país… Y, bueno, tiene más razón que un santo, porque lo del albino encarcelado en las ¿temibles? cárceles andorranas (¿hay cárceles en Andorra?) es una de esas cosas que cuando lees el libro chirrían bastante, aunque en la peli se han abstenido, con buen criterio, de meter tantos detalles.

Algo más tarde, sigue el anónimo autor, Silas se escapa de la cárcel en cuestión gracias a un fuerte terremoto (aunque Andorra no está en una región sísmicamente demasiado activa), sube a un tren y viaja durante tres días hasta alcanzar un pueblo en el que un misionero-obispo (Aringarosa) le ofrece refugio (aquí, contagiada del espíritu del autor, añadiría que tres días en tren para llegar a Oviedo desde Andorra sólo pueden implicar que el albino se pasó por Sevilla antes de volver al norte). El “pueblo” resulta ser Oviedo, en el que Silas vive unos cuantos años y ayuda a Aringarosa a construir una nueva iglesia. El caso es que Oviedo tiene 200.000 habitantes y es la capital de Asturias, por lo que resulta difícil creer que su obispo (en realidad arzobispo) (es la monda este tío) viva en una iglesia inacabada (y esté de misiones en un sitio tan poco sospechoso de estar lleno de paganos, añadiría yo) en lugar de el Palacio Arzobispal del sigo XV de la ciudad. Y remata diciendo que por cierto, Aringarosa no es un apellido español. ¡Este tío es mi héroe!

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El tipo sigue y sigue, lanza veneno por todos los colmillos, se mete con las interpretaciones religiosas de la obra, con sus inexactitudes, malas interpretaciones y licencias narrativas varias hasta llegar a parecer un tipo sumamente resentido, pero aún así tiene su toque de humor, como cuando menciona el cartel que han tenido que acabar colgando en la capilla de Saint-Sulpice de París (Al contrario de lo que asegura un reciente best seller, la línea que atraviesa el suelo de esta capilla no es un vestigio de un templo pagano. Jamás existió tal tempo en este lugar. Nunca se le llamó la Línea Rosa. No coincide con el meridiano trazado por el Observatorio de París. Les aseguramos también que las letras P y S de las ventanas circulares se refieran a Pedro y Sulpicio, los santos patrones de la iglesia, y no a un imaginario Priorato de Sión).

El tipo calcula la cantidad de kilómetros por hora que podría alcanzar un Smart como el de la protagonista y desmonta el timing de la obra, se mete con el francés chapucero del Brown y con su forma de confundir a un profesor de simbología con uno de semiología, denuncia la imposibilidad de que, en caso de que Jesús hubiera tenido descendientes, estos se redujeran a sólo una familia (y no a varios cientos de miles, por pura probabilidad) y prácticamente sólo le falta llamarlo subnormal y meterse con su madre, porque lo demás lo hace todo.

Pobre Dan. Si no fuera porque la novela está escrita con un cierto aire de superioridad casi daría pena verle tan perseguido. Suerte que los índices de ventas van a consolarle.