07 diciembre, 2009

Huevos Kinder


De prosperar el anteproyecto de ley de seguridad alimentaria y nutrición que pretende prohibir los alimentos que vayan acompañados de un obsequio supondría el fin del Happy Meal de McDonald´s, lo que no podría importarme menos, pero también amenaza la integridad del dulce que me ha acompañado durante prácticamente toda la existencia y por el que profeso un amor sólo al alcance de unos buenos espaguetis carbonara. Me estoy refiriendo, cómo no, al Huevo Kinder, sobre cuyo mote popular, Kinder Sorpresa, pende la guillotina si finalmente le extirpan de sus entrañas el imprevisible y entrañablemente kitsch objeto de regalo. Quizás el hecho de que naciéramos en el mismo año, 1974, nos unió para siempre. Se da la circunstancia que en Estados Unidos está prohibido desde 1983 y que en Europa ya se intentó apartar del mercado en 2008, pero sorteó, junto al roscón de reyes, su aciago destino.

Lo devoro desde mi más tierna infancia por las excelencias de su chocolate -no ocurría lo mismo con algunos pastelitos, que insistía en comprar por el cromo- pero siempre me cautivó la ilimitada colección de muñequitos, figuritas, coches, puzzles, trucos de magia.. que incubaba, por lo general horrendas y coloristas miniaturas de plástico con las que nadie en su sano juicio podía tender lazos mínimamente afectivos. Resulta fascinante preguntarse por el ejército de mentes pensantes que se han dedicado durante 35 años a ir renovando el catálogo de cándidas monstruosidades de los Huevos Kinder. Esas personas merecen un homenaje. Son artistas ocultos que han hecho felices (o han atragantado hasta la muerte) a miles de niños.
Mi fidelidad al Huevo Kinder sigue incólume. Los viernes mi madre y yo nos zampamos uno acompañando al café. Yo monto la figurita y le hago la sempiterna broma de que me ofenderá si no se presta a colocarla en alguna de las estanterías del comedor. Este tipo de rituales unen una barbaridad. Como en verano se interrumpe la comercialización de los huevos a causa del calor, su ausencia pone una nota de tristeza a nuestras sobremesas, el vacío que dejan en la bandeja del café se reproduce amplificado en nuestros corazones.
Me estoy planteando recoger firmas contra ese malvado anteproyecto de ley.