10 enero, 2007

Dame placer que quiero vivir


Hanif Kureishi comentó en su última visita a Barcelona que la idea del guión de su penúltima colaboración con el director Roger Michell, "The Mother", le había brotado tras quedar profundamente impactado por un comentario que le había hecho un día su madre, una viuda de edad avanzada, mientras comían: "No sabes lo triste que es pensar que nunca nadie más te va a acariciar, que nadie va a volver a recorrer tu cuerpo". De esta confesión tan desoladora surgió la historia, solo a contranatura desde la estrechez de miras social, de una mujer mayor que se enamoraba de un hombre joven con el que acababa teniendo relaciones sexuales, provocando el repudio de su círculo íntimo. La perennidad del deseo reaparece en su último trabajo para el cine, "Venus", si bien aquí es un anciano el que se resiste a desterrarlo de su vida, aunque, en sentido estricto, su anhelo no es tanto seguir disfrutando de contacto físico, sino deleitarse, desde un punto de vista más platónico y estético, con la belleza, luminosidad y vida contenidas en un cuerpo sensual y tierno, representado en este caso por la sobrina de su mejor amigo. Mientras que en "Elegía" de Philip Roth la incaducidad de la pulsión sexual resulta estragante, es vista como una fuente de insatisfacción, cercana a una condena, con punzante acritud, para el personaje que encarna Peter O´Toole, un seductor y un romántico, supone un regalo que da motivos para seguir ilusionándose cuando ya se divisa la cinta blanca de la existencia. Llamadme sentimental, pero de entre los espléndidos diálogos y las escenas cargadas de emotividad me quedo con dos apuntes. En un momento dado el protagonista confiesa que procurar placer a los demás (se entiende que en un sentido amplio de la palabra y no exclusivamente carnal) ha sido la razón de ser de su vida
-¿puede haber mejor manera de plantearse el papel de uno en este mundo?-, pero, avanzada la acción, tiene un momento de desánimo en el que comenta que, pese a que ya se le acerca la muerte, sigue sin entenderse un ápice, a lo que su amigo le contesta sabiamente "Toda tu gente te ha querido. Eso es lo único que importa" -¿puede haber una forma de consuelo más completa para el que duda del sentido de su trayecto vital?-.
Verbigracia: si te preguntas si serás amado cuando faltes basta pensar cuánto te has dedicado a procurar placer, termómetro del cariño que habrás cosechado.