05 enero, 2007

Crónica negra


Desde que el redactor de sucesos de la agencia decidió, hace un par de meses, cogerse medio año de excedencia para recorrer mundo, mi vida gira en torno a alijos de cocaína, desalojos ‘okupas’, reuniones de los mandos policiales, manifestaciones antiterroristas, atracos a viviendas y asesinatos de empresarios. Eso de levantarse por la mañana y no saber muy bien si hoy tocará acudir al tanatorio de Collserola o al de Les Corts (es un decir) podría parecer desagradable de entrada, pero ahora que ya empiezo a ver por donde van los tiros (je) me doy cuenta de que me encanta no saber qué va a ocurrir ese día, qué desalojo nos tienen preparado los Mossos o qué ‘okupación’ los ‘okupas’, qué magnífica y ordenada exposición de objetos incautados nos mostrará la Policía o qué nueva historia rocambolesca explicará la Guardia Civil sobre el último detenido por tratar de pasar cocaína en el aeropuerto. No hay convocatorias, apenas hay previsiones y nadie, por muy buenas fuentes que tenga, puede adelantarse a lo que va a ocurrir a continuación. Porque el ser humano es lo que tiene, que delinque a todas horas y de forma imprevisible. Conozco a periodistas que viven en una permanente guardia que no conoce de vacaciones ni de fines de semana y que establecen curiosas relaciones (esto es Sodoma y Gomorra) con los miembros de los diversos cuerpos de seguridad del Estado, que cuentan entre sus compañeros de copas a ‘okupas’ de todo pelaje, a abogados que defienden a albanokosovares y a abogados que defienden a yernos de los Tous. No creo que se pueda vivir mucho tiempo así, porque es para volverse loco. Pero un rato mola. Claro que cuando lo digo la gente me mira como si llevara las manos manchadas de sangre. Hasta yo me las miro a veces por si acaso.