03 septiembre, 2010


Un pasaje de "Verano" de Coetzee, o cómo transformar una autobiografía en un ejercicio desmitificador de lo más astuto y con un equilibrio entre el humor el y drama ejemplar, entre el rigor y el espíritu lúdico que los más grandes saben calibrar a la perfección conscientes que en su justa medida se apresa la vida con más fidelidad que nada. Una lectura colosal de este ídem.


"Cree usted que estoy faroleando, lo percibo. Cree que me invento el diálogo para mostrar lo lista que soy. Pero así eran entonces las conversaciones entre John y yo. Eran divertidas. Disfrutaba de ellas. Luego, cuando dejamos de vernos las eché en falta. En realidad, probablemente nuestras conversaciones fue lo más que más añoré. Era el único hombre entre todos mis conocidos que me dejaba vencerle en una discusión sincera, que no soltaba una bravata, se ofuscaba o se marchaba enojado al ver que estaba perdiendo. Y yo siempre le vencía, o casi siempre.
La razón era sencilla. No es que no pudiese discutir, pero dirigía su vida de acuerdo con unos principios, mientras que yo era pragmática. El pragmatismo siempre derrota a los principios; así son las cosas. El universo se mueve, el suelo cambia bajo nuestros pies, y los principios siempre están un paso por detrás. Los principios son el material de la comedia. La comedia es lo que obtienes cuando los principios tropiezan con la realidad. Sé que tenía fama de adusto, pero en realidad John Coetzee era muy divertido. Un personaje de comedia. Una comedia adusta. Y eso, de alguna manera oscura, él lo sabía, incluso lo aceptaba. Por eso todavía le recuerdo con afecto, si le interesa saberlo".