01 octubre, 2009

Whatever Works

Whatever Works. Woody Allen. 2009.

 

Contra el sentir general, que Woody Allen abandonara Nueva York tuvo en opinión del que esto firma consecuencias nefastas. Para su descomunal talento, que ya llevaba tiempo dando alarmantes síntomas de agotamiento creativo, refugiarse en Londres (Scoop y Cassandra´s Dream) fue una travesía en el desierto sin una gota de agua. Después se comprobó que lo inverso, servirle unas vacaciones pagadas más al sur de Europa (Vicky Cristina Barcelona), aún podía dar peores resultados. Pese a su fragilidad física y miopía, Allen es un animal de jungla - ¿qué otra cosa es si no la Gran Manzana?- al que no le sentó nada bien probar fortuna como animal de granja. El regreso a su terrario explica en parte que Whatever Works, pese a su condición de alimento light y remasticado, “works”, que sea un trabajo efectivo, agradable, simpático y, sobre todo (porque más no se le puede exigir a estas alturas a su director), gracioso. Y aquí es donde entra el soberbio Larry David, un cómico de raza, un artista a la hora de ajustar la frase ocurrente con la expresión facial precisa. Puesto que lo que más gusta de las comedias de Woody Allen es confundir al personaje con la persona, la suplantación de su personalidad y sus tics por otros actores nunca había funcionado (piénsese en Kenneth Branagh en Celebrity o Jason Biggs en Anything Else)… hasta hoy. Formado como “stand-up comedian” y guionista con un don para los one-liners sarcásticos (Seinfeld), intérprete de un judío neurótico, egocéntrico y encantadoramente insoportable en su serie Curb Your Enthusiasm… David parece salido de una muestra futura del ADN de Allen. Uno casi está tentado de otorgarle el mérito de la película a la eterna responsable de casting de aquél, Juliet Taylor. Hace ya muchos años que, a falta de una única idea original, la filmografía del responsable de Manhattan ha pasado a ser preferentemente un enorme espejo, un patchwork de autorreferencias en el que el fan es invitando a participar en un juego de agudeza mnemotécnica para captar los “¿en dónde lo he visto/oído? Whatever Works, con un protagonista que se despierta cíclicamente con un ataque de pánico y ganas de lanzarse por la ventana porque la vida no tiene sentido, que pierde la cabeza por una atractiva jovencita muy corta de entendederas y con treinta años menos, que rompe la ilusión de la cuarta pared dirigiéndose a los espectadores…, no es precisamente una excepción.  Por suerte, también demuestra que no hay nada mejor que un judío chistoso para entender a otro judío chistoso. (Revista go-MAG, octubre)