01 diciembre, 2009

Tú eres más listo de lo que piensas


Viendo anoche otro excelente capítulo de "El ala oeste de la casa Blanca" reconsideré la ley que dicta que la comprensibilidad del espectador (o la del lector, sobre el que se suele aplicar más) es innegociable, que un producto artístico/de entretenimiento fracasa indefectiblemente si el público se pierde durante su desarrollo. Serie con una velocidad punta en los diálogos y una acumulación de asuntos que dificultan a veces su seguimiento, la creación de Aaron Sorkin consigue -como antes "The Wire" o "Los Soprano"- que me sienta halagado porque sus guionistas sobrevaloren mi inteligencia. Quizás me moleste que una conversación se me escapa pero más tarde casi puedo sentir mis neuronas sobreexcitándose cuando una nueva alusión me permite atar cabos y aclararlo todo ("Poirot c´est moi"). Ahora bien, el secreto de la fidelidad radica en última instancia en el carisma de unos personajes con los que vas encariñándote a medida que su carácter va definiéndose, su proceso de humanización consigue de alguna manera apelar a tu propia humanidad. Aunque en noches como la de ayer, cuando descubres que un bonito cambio de peinado de la secretaria de prensa de la Casa Blanca te da una alegría, adviertes que los subterfugios de la adicción catódica son más preocupantes de lo que sospechabas.