Que el prójimo te cuente su viaje del verano es como que te enseñe las fotos de sus hijos pequeños o que te pase el vídeo de su boda: la felicidad resulta básicamente unilateral. Sin embargo, la fascinación que me ha producido regresar una vez más a Japón y tener la oportunidad de conocerlo y recorrerlo con más profundidad, me fuerza a caer en el ejercicio más onanista de agosto junto con la siesta. Procuraré redimirme amenizando el trago tirando mano todo lo posible de lo pintoresco, de lo disparatado y de lo visual.
1. No hay lugar en el mundo donde se experimente con mayor simultaneidad y de forma tan acusada los opuestos como en Japón: serenidad/estímulo, tradición/modernidad, orden/locura espiritualidad/excentricidad. Ejemplo: uno puede estar un día contemplando plácidamente el mar bajo un árbol en la isla de Naoshima...
.. o paseando por el sagrado bosque de bambú de Arashiyama...
.. y al momento o al día siguiente encontrarse abrazando una calabaza gigante
... o topándose con una farola con forma de robot estilizado...
... o sentándose en un lavabo inteligente que expulsa un chorro de agua caliente ahí donde más se agradece
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