Conceptos que al occidental le pueden desconcertar al visitar Japón:
- El japonés inclinará la cabeza en señal de agradecimiento a la menor ocasión.
- El japonés abomina de todo contacto físico, incluso te mirará a los ojos lo menos posible.
- El japonés evitará siempre que pueda darte una negativa, aún a riesgo de volverte loco de confusión e incertidumbre.
- El japonés no se colocará una mascarilla para impedir que le contagies con tus microbios, sino para no hacerte lo propio a ti. El paraguas, por otro lado, protege antes del sol que de la lluvia.
- El taxista japonés luce guantes blancos, los reposacabezas de su vehículo están hechos de ganchillo y sus puertas las abre y las cierra automáticamente desde su asiento.
- En lo decorativo impera el minimalismo y la integración con la naturaleza. El aprovechamiento de la luz natural y la obtención de sosiego espiritual marcan la línea ascética en materia de interiorismo.
- La excentricidad de algunas de las ofertas de ocio y gastronomía de Tokio u Osaka nace de trasplantar conceptos propios de un parque de atracciones a servicios urbanos, de aquí que los restaurantes o los love hotels temáticos, o los salones recreativos de última generación, sorprendan al verse desplazados de los espacios artificiosos que suponen los complejos de entretenimiento de la periferia a las calles centrales de las ciudades.
- La puntualidad de los metros y de los trenes es robótica. En sus vagones se debe silenciar el móvil y tenerlo apagarlo en las zonas reservadas a gente mayor, discapacitados y embarazadas.
- La limpieza es asombrosa, no hay un papel en el suelo y los baños de cualquier estación de metro relucen como, supongo, los del Palacio de Buckingham. Hay calles en las que está prohibido fumar.
- El precio del alcohol es prohibitivo en cualquier local (cervezas a partir de 5 euros y copas de vino a partir de 9).
- Las grandes urbes japoneses cuentan con réplicas a escala 1:1 de sí mismas en el subsuelo. En torno a la red de estaciones de tren y de metro se han erigido ciudades subterráneas con todos los servicios. Uno podría prácticamente vivir en ellas, sin salir jamás a la superficie. En el caso de un ataque nuclear, la vida bajo tierra no diferiría tanto de la llevada a la luz del sol.
- Japón tiene cafeterías atendidas por robots, cafeterías con adolescentes disfrazadas de sirvientas, cafeterías con gatos para que te hagan compañía. En Japón alquilas mascotas por días, hasta el ejecutivo más serio tiene un llavero infantil prendido a su móvil, encuentras fundas para abrillantadores de los personajes de Barrio Sésamo y bebidas con sabores que ni siquiera imaginabas que podían existir.
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