Durante una opípara cena, Arnaldur Indridason no me ofrece una clase magistral sobre género negro (eso ya lo hace en sus novelas) sino sobre osos polares. Resulta que los islandeses han reproducido el estupor de los también isleños protagonistas de "Lost" al encontrarse con tres de estas níveas bestias pululando hambrientas por sus tierras. Capaces de olfatear alimento a distancias inverosímiles y víctimas de la fundición de los casquetes polares en su Groenlandia natal, nadaron más de cien kilómetros!!! hasta las costas de Islandia. Además del drama medioambiental detrás de la proeza, está el desespero de los ganaderos ya que lógicamente los exiliados desembarcaron con un hambre atroz.
Descubro también que los osos polares son zurdos desde un punto de vista combativo (sólo atacan con su pata izquierda) y que lo último que has de hacer si se te planta uno delante es echar a correr pues, pese a su majestuoso tamaño, son sumamente veloces. En caso de encontrarse uno en tan peliaguda tesitura lo que debe hacer es ir desprendiéndose con mucha lentitud de sus prendas de ropa y con delicadeza ir lanzándolas a los pies del animal. Este se detendrá indefectiblemente a husmearlas todas y, si se encapricha de una, sí que habrá llegado el momento de poner pies en polvorosa. El riesgo, claro está, es haber muerto de frío antes, aunque parece un plan mejor que hacerlo entre las fauces del enemigo.
(PD: Recuerdo ahora que uno de los mejores relatos de "Tretze Tristos Tràngols" de Albert Sánchez Piñol tiene como protagonista a un esquimal que desmonta toda esta explicación ya que huye despavorido de un oso polar. O Piñol fue perezoso a la hora de documentarse o la fuente de Indridason es de poco fiar).
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