Ayer abandoné esta prisión dorada que es el resort Sirata, prácticamente desierto en temporada baja, un sinsentido si el sol no sale excepto para los tahúres que rastrean improbables tesoros enterrados bajo la arena con sus cachivaches eléctricos, un escenario apto para un relato de terror de serie B. Dos autobuses, una hora de trayecto, hasta llegar al centro. Aquí no tener coches es como carecer de estufa en Alaska, por lo que sólo los desharrapados (comparto viaje con 3) y los retrasados (2) cogen el transporte público. Escasa mejoría: palmeras, un puerto deportivo, un estadio de fútbol americano, un Starbucks, pocas almas por la calle, sensación de lugar que funciona con las constantes vitales justas. Dennis Lehane, eso sí, tiene un estudio con vistas espectaculares a la Bahía de Tampa, en su terraza caben dos pisos como el mío. Nos acompaña su viejo bulldog Marlon, llamado así en honor de Brando. Se parecen de cara. Si McCann me habló de J.J. Abrahams él lo hizo de Clint Eastwood y Martin Scorsese, de la experiencia de escribir para "The Wire" (comentó que la mejor frase de guión de la historia del cine para el creador de la serie, David Simon, y cuya esencia quería transmitir a todos los guionistas de la misma, era simplemente el "Let´s go" del final de "Grupo Salvaje" de Sam Peckinpah, porque si esas dos palabras bastaban para hacer avanzar narrativamente el relato era que la historia había sido bien explicada). Lehane y Marlon me acompañaron de vuelta al hotel en un monstruoso Land Rover al que hay que escalar con punzón y crampones. Conduce Marlon (no es cierto, conduce Lehane).
Salí a la caza de provisiones a un kilómetro del hotel por esta preciosa carretera:
Acudir a un supermercado americano (qué aliteración tan bella ya de entrada arman ambos términos) es una de las experiencias yanquis más imborrables que existen. No sólo en términos de tamaño, sino especialmente por la cantidad de artículos marcianos que concentra. Descubres sabores que ni siquiera sabías que existían, combinaciones de alimentos que en España te llevarían a la cárcel, tropecientas marcas de un mismo producto, envases familiares que sustentarían cinco años a todo el arca de Noé... De regreso a mi habitación, prácticamente me atrinchero hasta el momento de coger un taxi mañana por la mañana con destino al aeropuerto de Tampa, primera escala de un total de once horas de vuelo. Hoy sábado he salido a correr por una infinita playa de arena blanca, moteada a la izquierda por sucesivos mamotretos para los turistas, a la derecha un mar algo encabritado, al frente gaviotas y alguna pareja despistada paseando de la mano su amor. Lucía este aspecto:
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