Almuerzo con un mito personal. James Salter. El hombre que derribó un MIG en la Guerra de Corea, que compartió un amante con el rey Faruk, que viajó de costa a costa con Robert Redford, que fue íntimo amigo de Sharon Tate, que charló con Fellini y Nabokov. El escritor capaz de frases como "La miró y, por un momento, olvidó todo lo que podía perder". "La muerte estaba próxima para Harry Miles. yacería desposeído, coloreadas sus mejillas, los espléndidos oídos del anciano sin oír. No es posible adivinar la cantidad de cosas que él sabía. Estaba solo en las regiones de su vida. la lluvia le había mojado, pero él había aguantado". "Certain memories are what you long to take with you. The rest was less dense. The rest was like a long novel so like your life: you were going through it without thinking and then one morning it ended: tehre were bloodstains". Sólo entrar en el restaurante Luxembourg me indica la mesa donde solía sentarse Truman Capote y me pone en un aprieto al pedirme que le explique todo lo que sé sobre Antonio Machado. Más de 80 años pero una lucidez y una elegancia intactas, el hombre que hizo de la seducción y el panegírico de la mujer un arte, que cenó con Nureyev y construyó con sus manos su casa de Bridgehampton. Contra mi costumbre, le pido que me dedique un libro. Si no lo habéis hecho, leed los relatos "La última noche".
14 enero, 2010
Diario de NY / S.P. Cap 3
Ando 67 calles para visitar al New Museum of Contemporary Art, Una lengua que sale de un agujero de la pared, un croissant que cuelga del techo con una mariposa encima, un esqueleto rompiendo una caja... desvaríos varios. Lo mejor, de verdad, sus ascensores de verde fluorescente y suelos de platino y la estructura arquitectónica del edificio a partir de bloques superpuestos . Como los últimos museos modernos que he visitado, el continente supera por mucho al contenido.
Regreso a pie al hotel, 79 calles más. Sospecho que Y, que me apoda Señor Sommer por mi tendencia a destrozar suelas como el personaje de Suskind , no anda muy equivocada. La cantidad de restaurantes y de basura que me salen al paso es mareante. NY es una urbe eminentemente gástrica, donde el despilfarro y la voracidad calórica le dejan a uno noqueado por poco que se fije. La sucesión de semáforos también agota, si no existiera Central Park y el Hudson tendría mucho de prisión de diseño reticular. Pero es un monstruo que suelta unas descargas tan vigorizantes que uno no le ve las fauces.
Publicado por Lozzy en 02:09
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