Existen procesos de orden práctico que pierden su naturaleza terriblemente trivial o farragosa, para adquirir el estatuto de ejercicios entretenidos y que, en los casos más extremos, incluso llegan a alcanzar la categoría de placeres absurdos. Hay quienes disfrutan de lo lindo viendo cómo sus trozos de uña saltan a la pica, a quienes les hipnotiza las curvilíneas formas que adopta la piel de una naranja mientras es mondada; quienes se extasían con la manera en que la plancha va surcando el cuello de una camisa entre emisiones de vapor. A mí me chifla pasar un papel de cocina por encima de una superficie manchada y observar cómo aquel se empapa del líquido y lo absorbe. Mi contribución a la deforestación mundial pasa por un uso abusivo de papel de cocina, atentado ecológico que compenso comprando papel reciclado sobre el que imprimo por ambas caras. Y hablando de equilibrios, este post me ha parecido tan tonto que me apresuro a enmendarlo con un divertido pasaje literario que acabo de leer.
26 octubre, 2009
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