31 octubre, 2009
28 octubre, 2009
Mujeres Jóvenes, Hermosas y Gordas
"Siempre me siento turbado en presencia de una mujer joven, hermosa y gorda. Ni siquiera yo sé la razón. Tal vez sea porque aflora espontáneamente a mi mente la imagen de sus hábitos alimenticios. Al mirar a una mujer gorda, a mi cabeza acuden de manera automática escenas donde mordisquea los crujientes berros de guarnición que le quedan en el plato o rebaña con pan, con gesto glotón, hasta la última gota de crema de leche. No puedo evitarlo. Y cuando eso ocurre, la escena de la comida va ocupando toda mi mente, igual que un ácido corroe el metal, hasta impedirle efectuar cualquier otra función.
Publicado por Lozzy en 19:22 |
26 octubre, 2009
Papel de cocina
Existen procesos de orden práctico que pierden su naturaleza terriblemente trivial o farragosa, para adquirir el estatuto de ejercicios entretenidos y que, en los casos más extremos, incluso llegan a alcanzar la categoría de placeres absurdos. Hay quienes disfrutan de lo lindo viendo cómo sus trozos de uña saltan a la pica, a quienes les hipnotiza las curvilíneas formas que adopta la piel de una naranja mientras es mondada; quienes se extasían con la manera en que la plancha va surcando el cuello de una camisa entre emisiones de vapor. A mí me chifla pasar un papel de cocina por encima de una superficie manchada y observar cómo aquel se empapa del líquido y lo absorbe. Mi contribución a la deforestación mundial pasa por un uso abusivo de papel de cocina, atentado ecológico que compenso comprando papel reciclado sobre el que imprimo por ambas caras. Y hablando de equilibrios, este post me ha parecido tan tonto que me apresuro a enmendarlo con un divertido pasaje literario que acabo de leer.
Publicado por Lozzy en 18:51 |
22 octubre, 2009
En el traumatólogo
En la sala de espera del traumatólogo uno toma conciencia de que es un puñado de huesos. Uno suele concentrase en pensar que está compuesto básicamente de materia gris, espíritu, intelecto.. y suele olvidarse de sus articulaciones, por no hablar de sus niveles de calcio. Con los huesos ocurre como con las multas, sólo existen cuando duelen. En la sala de espera del traumatólogo uno escucha a una pareja mayor decirse cosas como está: "¿Cenamos eso ahí con aquellos?" y entiende que algunas matrimonios más largos que las obras de la Sagrada Familia han estado quizás inconscientemente soportándose todo con el objetivo oculto de hallarse algún día a un paso de la comunicación telepática. En el despacho del traumatólogo a uno le ponen en una camilla y le palpan la rodilla y le piden que deje la pierna muerta y uno no puede y le reiteran de malos modos que afloje y uno sigue sin poder relajarse y se lo piden una vez más de forma casi hostil y sigue sin haber manera y a uno le entre la risa tonta y lo dejan por imposible. En la consulta del traumatólogo a uno le comentan que se parece a Dustin Hoffman. Y cuando uno lo pone en entredicho mientras cavila mosqueado si se referirán al Dustin Hoffman de "Rainman", va y le especifican que ha sido un gesto que le ha recordado al Dustin Hoffman de "El Graduado", y a uno le gusta más pero sigue sospechando que la afirmación "soy una gran fisonomista" de su interlocutora sufre lesiones graves cuando le comenta que una vez le dijeron a ella que se parecía mucho a Vanessa Redgrave y que dieron en el clavo (cabe también la posibilidad que se refirieran a una Vanessa Redgrave que es veterinaria en Alburquerque y que uno no conoce). O sea que uno entra en la consulta del traumatólogo sintiéndose un puñado de huesos y sale de ella convertido en "El Graduado". Y eso que uno pensaba que visitar al traumátologo iba a ser un aburrimiento.
Publicado por Lozzy en 18:11 |
16 octubre, 2009
"The Road"
7 motivos para rendirse a la película "The Road":
Publicado por Lozzy en 10:18 |
14 octubre, 2009
Redecorando
La perspectiva de tener pronto un techo propio sobre la cabeza me ha puesto sobre la pista de varias páginas web sobre decoración y bricolaje de lo más interesante. No porque planee una gran reforma del pisín -la cosa se va a limitar a una cama y un sofá, al menos hasta fin del periodo de economía de guerra-, sino porque vale una pena echarse una vuelta por el patio cibernético de vez en cuando, aunque sólo sea para constatar que en la decoración moderna hay vida más allá del vinilo.
Una cosa que me gusta de las webs de decoración es que, a diferencia de las revistas de decoración, bajan al planeta Tierra a la hora de hacer propuestas. Porque, desengañémonos, nadie tiene tanto espacio en la cocina como para instalarse una de esas famosas “barras de desayunos” o una de esas “penínsulas” que son norma en las revistas. En resumidas cuantas, que esto no cabe en una cocina española estándar:
Nos están engañando (que no nos engaaaaañen): semejante espacio para cocina sólo lo tienen los Duggar, y ellos son muy creepy.
Otro punto a favor de Internet es que las webs de decoración no le hacen el vacío a Ikea, como sí hacen las revistas, que han hecho de ignorar la existencia de la marca sueca una forma de arte. En cambio, las webs saludan con entusiasmo la aparición anual del catálogo de Ikea, y hay páginas enteras consagradas al tuning de muebles de Ikea, oseáse, a la transformación de humildes mesas, sillas y armarios de Ikea en algo muy distinto a lo que tenían previsto sus rubios, altos y progres diseñadores.
El templo de esta especialidad de tunning es Ikea Hackers, y para muestra un botón:
Esto no es un escurreplatos. En origen, iba derecho y estaba pensado para los CD.
Y aquí 12 espejitos Malma a 3 euros la unidad dan como resultado... ¡un cabecero!
Hay todo un apartado, llamado Ikea fashion parade, basado en el siguiente principio: con lo bonitas y baratas que son las telas de las fundas de almohadas de Ikea, ¿para que limitarse a utilizarlas para cubrir almohadas? Y así nacen bolsos y faldas y vestidos de lo más apañao y multicolor.
Pero el colmo de las páginas para decoradores amateurs es Planning Wiz, nada menos que ¡¡¡un simulador de decoración en el que poder jugar, por fin, a las casitas!!!!
Puedes poner las dimensiones reales de tu casa, con sus tabiques a proporción real, sus muebles, su suelo, sus camitas, sus silloncitos… O sea, te mueres.
Casi dan ganas de echar el piso abajo y empezar de nuevo, por el gusto de hacerse un tabique con una puerta, un estante del cuarto de baño con una tabla de cortar y un cabecero con espejos Malma, Y entrar en un bucle infinito de reformas y en la compulsiva exhibición de las obras del apartamento, y en la adicción a Leroy Merlin. Porque ¿para qué está Internet si no es para confirmar que existen patologías mentales sobre casi cualquier aspecto de la vida? ¿Y para descubrir que tenemos el equipamiento necesario para sufrir de todas ellas?
Publicado por Nibu en 23:27 |
10 octubre, 2009
Bassi y Groucho
Ya retirado del cine, Groucho Marx seguía buscando el calor de la gente y a la vez comprobar si conservaba su don para hacer reir por lo que solía actuar por sorpresa en espectáculos de circo. Una mañana los padres de Leo Bassi, miembros de una compañía itinerante en la que su hijo aprendería el arte del equilibrismo, le comentaron que ese día -la troupe estaba de gira por Estados Unidos- les visitaría el cómico más grande de todos los tiempos. La envidiable desvergüenza de los niños pudo más que el respeto que a Bassi le provocaba un adjetivo tan superlativo y, cuando Groucho Marx llegó y se sentó para maquillarse, él se colocó detrás con fascinación anticipada -el ritual de contemplar a sus padres maquillarse le producía un placer indescriptible- a la espera de ver cómo ese señor avejentado, encorvado, de gafas culonas y de espesas cejas azabache transformaba su rostro en lo que se suponía iba a ser una creación divina, filigranesca, la payasada maestra en términos faciales. Y Groucho va y lo que hace es limitarse a pintarse un bigote con un rotulador negro. El infante Bassi, estupefacto, consigue vencer a la timidez empujado por la acción combinada de la curiosidad y el desenfado propios de su corta edad y le pregunta: "¿Por qué te pintas un bigote en vez de ponerte uno falso?". A lo que Groucho Marx levanta esas cejas boscosas, dotadas de vida propia, y le responde: "Con este es más fácil comer sopa".
Publicado por Lozzy en 22:00 |
01 octubre, 2009
Whatever Works
Whatever Works. Woody Allen. 2009.
Contra el sentir general, que Woody Allen abandonara Nueva York tuvo en opinión del que esto firma consecuencias nefastas. Para su descomunal talento, que ya llevaba tiempo dando alarmantes síntomas de agotamiento creativo, refugiarse en Londres (Scoop y Cassandra´s Dream) fue una travesía en el desierto sin una gota de agua. Después se comprobó que lo inverso, servirle unas vacaciones pagadas más al sur de Europa (Vicky Cristina Barcelona), aún podía dar peores resultados. Pese a su fragilidad física y miopía, Allen es un animal de jungla - ¿qué otra cosa es si no la Gran Manzana?- al que no le sentó nada bien probar fortuna como animal de granja. El regreso a su terrario explica en parte que Whatever Works, pese a su condición de alimento light y remasticado, “works”, que sea un trabajo efectivo, agradable, simpático y, sobre todo (porque más no se le puede exigir a estas alturas a su director), gracioso. Y aquí es donde entra el soberbio Larry David, un cómico de raza, un artista a la hora de ajustar la frase ocurrente con la expresión facial precisa. Puesto que lo que más gusta de las comedias de Woody Allen es confundir al personaje con la persona, la suplantación de su personalidad y sus tics por otros actores nunca había funcionado (piénsese en Kenneth Branagh en Celebrity o Jason Biggs en Anything Else)… hasta hoy. Formado como “stand-up comedian” y guionista con un don para los one-liners sarcásticos (Seinfeld), intérprete de un judío neurótico, egocéntrico y encantadoramente insoportable en su serie Curb Your Enthusiasm… David parece salido de una muestra futura del ADN de Allen. Uno casi está tentado de otorgarle el mérito de la película a la eterna responsable de casting de aquél, Juliet Taylor. Hace ya muchos años que, a falta de una única idea original, la filmografía del responsable de Manhattan ha pasado a ser preferentemente un enorme espejo, un patchwork de autorreferencias en el que el fan es invitando a participar en un juego de agudeza mnemotécnica para captar los “¿en dónde lo he visto/oído? Whatever Works, con un protagonista que se despierta cíclicamente con un ataque de pánico y ganas de lanzarse por la ventana porque la vida no tiene sentido, que pierde la cabeza por una atractiva jovencita muy corta de entendederas y con treinta años menos, que rompe la ilusión de la cuarta pared dirigiéndose a los espectadores…, no es precisamente una excepción. Por suerte, también demuestra que no hay nada mejor que un judío chistoso para entender a otro judío chistoso. (Revista go-MAG, octubre)
Publicado por Lozzy en 17:57 |