Justo Navarro acerca de Gabriel Ferrater:
"Ferrater era de una cordialidad enorme, tal vez porque no se encontraba a gusto consigo mismo. Lo imagino como alguien que está celebrando siempre una fiesta de despedida con los amigos. Cada acto es un anticipación de la despedidad y, a la vez, su aplazamiento. Me recuerda a un niño que no se quiere ir a dormir porque no quiere separarse del mundo. Yo creo que tenía ese síndrome del niño que no quiere irse a la cama. Ferrater sabía que para prolongar la fiesta había que alimentar la máquina de la alegría, inventar algo que entretuviera a los demás. Ya dijo Gil de Biedma que sus poemas eran añagazas para que la fiesta continuara".
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