23 agosto, 2009

Verano

El lunes vuelvo al trabajo. Podría hablar de las fiestas que me he pegado… De todos los hombres interesantes que he conocido… De los lugares exóticos que he visitado… Pero como este año no he hecho casi nada de eso, hablar de ello sería mentir, y mentir está feo. En realidad, estas tres semanas de agosto se podrían resumir en pocos puntos:

- Cumpleaños: me proveyó de ingentes cantidades de material para ver/leer/escuchar. Estoy en ello, lo prometo.

- Pisos y más pisos: toda la primera semana se me fue en ello. Acabé un poco saturada y a punto de verle la gracia al movimiento okupa, así que pensé que sería mejor darle un descanso al asunto. Por salud mental, más que nada.

- Sol y piscina. Nunca he entendido la obsesión colectiva por la playa. Una vez al año me parece bien, pero, para tomar el sol y bañarse, ¿qué mejor que una piscina, con su cloro, con sus duchas, con su solarium con tumbonas? ¿de dónde sale esa alucinación colectiva según la cual no hay nada mejor para bañarse que el mar?

- Fiestas de Gràcia: me gusta el ambientillo nocturno (y vi mi concierto de Manel como todo el mundo), pero aún me gusta más el barrio por la mañana, y soy una freak de las calles adornadas, me las veo todas y luego discuto conmigo misma o con quien pille a tiro sobre la injusticia de que Verdi haya ganado otra vez el premio, con lo que se esfuerzan los de la calle Tordera.

- Hermana Embarazada: requiere atención extra.

- Amigachos varios: de los que se quedan en la ciudad, porque todavía hay personas como dios manda.

- Series y pelis: todas las que quedaron pendientes por ver durante el curso y juré ver en vacaciones. Y alguna más.

- Lecturas: Anatomía de un instante, de Javier Cercas (apasionante como una buena novela), El vendedor de pasados, de Jose Eduardo Agualusa (por empezar a hacerme con el catálogo de la casa), Pasando página, de Sergio Vila-Sanjuán (por empezar a hacerme con el mundillo asociado a la casa), La mujer de treinta años, de Balzac (los clásicos franceses no son lo mío, es definitivo) y, algunos cómics que dudo que cuenten como tiempo invertido en la lectura.

- Yo yo yo: he dormido mucho, he comido porquerías a mogollón, he perdido el tiempo de la forma más absurda, he comprado cosas que no necesito, he desarrollado el hábito de ir por la calle mirando los balcones y he pasado tardes enteras haciendo las cosas menos productivas que se me han ocurrido, y recreándome en ello.

No es que quiera reivindicar el verano en la ciudad por encima de otras opciones seguramente más vistosas de explicar junto a la proverbial máquina de café, porque me faltarían argumentos para sostener semejante premisa, pero desde luego es una opción que merece la pena probar de vez en cuando. La ciudad, fuera de las zonas turísticas, está desierta y muy tranquila. La expresión que más he oído estas semanas ha sido “¡pero qué bien se aparca!”. La oferta cultural es escasa, pero va aumentando. Hasta en los cines hacían alguna cosa que superaba claramente la categoría de película veraniega de desecho. Por la noche sólo se está bien en la calle, así que todo el mundo sale a la calle. La programación televisiva da miedo, así que no queda otra que agarrar un libro y ponerse a aumentar las estadísticas de lectura. Y existen los ventiladores. Así que Barcelona en agosto está bien, está mejor que muchas otras cosas. Al fin y al cabo, siete millones de turistas no pueden estar equivocados.