Hay algo de nuestro contrato de alquiler que no entiendo.
Pagamos más de 600 euros mensuales de alquiler por un piso situado en la tercera planta de una finca construida hace más de 70 años, que no tiene ascensor y que nadie pinta desde la guerra civil. El piso no está mal y últimamente hasta nos oímos decir que por ese precio es un chollo.
Desde que entramos, hace ya cuatro años, se han hecho las siguientes mínimas e imprescindibles reformas:
- Instalación de teléfono y barra de ducha. No por porque nos apeteciera renovarlas, sino porque cuando llegamos no había ninguna de las dos cosas.
- Instalación del cristal de una de las ventanas de mi habitación, que seguramente rompió el pintor al darle una mano de pintura al estucado antes de poner el piso en alquiler de nuevo.
- Desmontaje de las persianas de libro del balcón, que se habían quedado podridas en sus goznes y parecían capaces de transmitir enfermedades ya extinguidas.
- Pintura de la barandilla del balcón, absolutamente llena de óxido. Imposible tender en el balcón junto a esa cosa.
- Cambio de la manija de dos puertas que se quedaban atrancadas.
- Cambio de la cisterna del lavabo, que se pasó dos años goteando.
- Cambio del grifo del lavamanos, que un buen día dejó de cerrar.
- Instalación de gas natural. La dueña de la finca pagaba hasta el marco de la ventana, de ahí para dentro era cosa nuestra.
- Cambio de la llave de paso de agua, que sencillamente dejó de cerrar.
- Instalación de la línea telefónica, cajetilla incluida, porque alguien la había arrancado.
- Instalación de bisagras nuevas en uno de armarios de la cocina, tras encontrarnos un día la puerta en el suelo por culpa del óxido.
No nos hemos puesto a reformar la cocina, que falta le haría. Ni a renovar el baño, que otro que tal. Nos hemos limitado a reparar lo que se caía a trozos ante nuestros ojos, o lo que podía hacernos la vida más cómoda con un mínimo gasto. Y todas y cada una de esas veces, antes de ir a la lampistería del señor Iniesta (hola, señor Iniesta) o de encarar mi enésima visita a Cofac, he llamado al administrador y le he preguntado por qué teníamos que hacernos cargo de las reparaciones, sin que sus respuestas resultaran en ningún caso convincentes.
Esa semana hemos tenido que cambiar los otros dos grifos de la casa, el de la cocina y el de la ducha, que estaban dando sus últimos estertores y amenazaban con dejarnos tiradas cualquier día de estos. 212 euros de factura. Este es nuestro nuevo grifo de cocina:
Es un gran grifo. Me ha hecho tomar una gran decisión. Puesto que lo he pagado, el día en que me vaya de este piso me lo llevo conmigo. Y mi compañera de piso se lleva el de la ducha. Y ya hablaremos del cristal, la barra, el otro grifo, los cables del teléfono, la instalación del gas y la cisterna del lavabo… Igual también nos los repartimos, a la salud de la normativa sobre el alquiler y de la propietaria de la finca. ¿Que no me atrevo? Bueno, ya veremos si me atrevo…
14 octubre, 2008
Desahogo mensual
Publicado por Nibu en 00:14
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