La mítica hazaña de la Aglomeración Vermellón que se saldó con la muerte del último cíclope a costa de que Cleto sacrificara su vida tuvo, por cortesía de la magia negra, un epílogo sorprendente del que Dos Palmos jamás tuvo noticia, pero cuyo eco se estaba acercando con catastróficas consecuencias. El llamado a ser el cíclope con el que se extinguiera la especie (tarde o temprano, al carecer de descendencia) efectivamente murió de de las heridas oculares inflingidas, más no por estas en sentido estricto, sino por una caída vertiginosa por un precipicio a causa de la ceguera resultante. Ahora bien, en las profundidades de las tierras vecinas habitaba Strata, una bruja huérfana, posadolescente y vegetariana, aficionada a la nigromancia y la química neumática, que consagraba el tiempo libre a preparar zumos de frutas, leer poesía y elucubrar una venganza contra los habitantes de Dos Palmos. Infectada por el virus del rencor, no les había perdonado su negativa a cederle un manojo de virulaitis felex, hierba con turbias propiedades medicinales que crecía exclusivamente en territorio enanito y que necesitaba de manera desperada para completar el experimento en el que llevaba años trabajando. No dejó de ser un desternillantemente irónico guiño del destino que el mismo día que había sido capaz de crear un sucedáneo artificial en su laboratorio, el azar le brindara un insuperable conejillo de indias con el que consumar sus diabólico plan. (Continuará)
21 junio, 2007
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