08 marzo, 2006

Fútbol

Apunte breve: Estando ayer en el Camp Nou disfrutando de la fiesta pensé que la grandeza del fútbol radica en la siguiente tautología (posiblemente del todo privativa): el deporte rey tiene exactamente las mismas dosis de importancia que de insignificancia. Es decir, levanta pasiones y suscita desengaños con una esperanza de vida potencialmente idéntica. Ganar puede ilusionar mucho, pero el período de duelo o recuperación tras una derrota no se prolonga en el tiempo mucho más que la espúria felicidad que genera una victoria. Todo seguidor sonríe hoy y llora mañana: la conciencia de este bucle y que nadie (o casi nadie) cambiaría una Copa de Europa por su brazo derecho o porde dejar de practicar el sexo de por vida es lo que lo convierten en algo tan descomunalmente gratificante.