Hace muchos años que tengo una lámpara de Ikea como esta:
Es el modelo Antifoni. Está muy bien. Es completamente articulable, gasta una bombilla cada dos años y es perfecta para trabajar en el ordenador. No conozco a nadie que tenga una igual, aunque seguro que el mundo está lleno de ellas, igual que está lleno de estanterías Billy y de cajoneras Ronin de color rojo como las que también tengo en casa.
El otro día, viendo un capítulo de Cómo conocí a vuestra madre (sigo sin verle demasiado la gracia a esa serie) vi mi lámpara en una esquina:
Y, dos días después, observé tres más en el último capítulo de Prison Break:
Me pareció verla una vez también en Yo soy Bea, pero no dispongo de pruebas documentales y tampoco voy a buscarlas.
Le tengo un nuevo respeto a mi lámpara ahora. Quizá hasta miedo...
28 septiembre, 2008
Modelo Antifoni
Publicado por Nibu en 21:00 |
18 septiembre, 2008
DFW
Publicado por lozzy en 16:36 |
09 septiembre, 2008
El pescadero manco
Creo que no os he contado la historia del pescadero manco. Procede así: De niño pasaba muchos sábados por la mañana acompañando a mi abuela a diferentes recados, eso sí, tras desayunar una tapa de tortilla de patatas con un Cacaolat en "El Cali", bar anticuadísimo regentado por Abel, un ser simiesco con un perenne palillo en la comisura de los labios, y pasear a la perra de turno (hubieron varias). Una de las paradas fijas por el barrio era en la pescadería "Salmerón". A mí ya de por sí me provocaba algo de repelús la visión de todos aquellos cádaveres de pescados mirándome con sus ojos vidriosos desde sus sepulcros de hielo picado y que emitían ese tufillo que te recordaba que vivías de la muerte ajena. Pero se daba el agravante que aquella pescadería en concreto la regentaba un matrimonio asimétrico (él achaparrado y sonrosado, ella larguilucha y de tonalidad nicotínica) a cuyo componente masculino le faltaba medio brazo. La visión de ese muñón ha quedado registrado en el banco de imágenes traumáticas más imborrables de mi infancia. Yo intentaba apartar la vista pero me atraía fatalmente, el morbo de lo mostrenco tiene algo muy sexual. Se ha de reconocer que el hombre demostraba una maña admirable en el manejo del cuchillo a una sola mano y además siempre estaba sonriendo (primer gran misterio: ¿cómo podía aquel hombre estar alegre con semejante desgracia?).
Publicado por lozzy en 14:10 |
01 septiembre, 2008
Maltés y doblemente falso
San Francisco debe su nombre al hombre que renunció a las riquezas familiares, se colocó un hábito lleno de agujeros y pulgas, hizo voto de pobreza, ayudó a los desfavorecidos y habló con los pájaros, pero su verdadero patrón fue un redactor de anuncios publicitarios para joyerías, detective de la agencia Pinkerton, un comunista y alcohólico que destacó por convertir la ciudad en un torrente de sangre, pólvora, brutalidad y vicio. El lector de Dashiell Hammett tiene varios puntos calientes a visitar en la misma, que demuestran que vida y obra estaban íntimamente ligadas, pues en el 891 Post Street se levanta su antiguo domicilio, cuyas características transmitió al de su sabueso Sam Spade, el cual deglutía el mismo estupendo bistec que su creador en el restaurante John´s Grill. Y ahí nos fuimos. El local ha respetado y está a la altura de la leyenda. Quitándole cuatro detalles podría rodarse una thriller de los años 40 mañana mismo. Lo que está claro es que ni Hammett ni Spade tuvieron que pagar lo que cuesta un correcto trozo de carne porque ellos crearon este plus turístico.
Publicado por lozzy en 14:16 |