17 febrero, 2008

Improv Everywhere!

Una noticia aparecida hace unos días en la página web de La Vanguardia (Sin pantalones en el Metro) me llevó a la página web del colectivo Improv Everywhere, que organiza bromas multitudinarias en lugares públicos de Nueva York, como la que protagonizaba la noticia y para la que 2.000 neoyorkinos se atrevieron a bajar al Metro sin pantalones.

El objetivo no es molestar a nadie ni reírse de las personas que no están en el ajo, sino generar anécdotas memorables.

Entre sus acciones más llamativas, la de juntar a 50 pelirrojos en un mismo vagón del Metro (y ponerse a repartir a gritos protección solar) o hacer que 80 personas vestidas con el uniforme de una cadena de productos informáticos invadieran una tienda para desconcierto de los “auténticos” vendedores.

Mi preferida es la que bautizaron como “Cell Phone Symphony” y en la que 30 móviles se ponen a sonar simultáneamente en la consigna de una librería de Nueva York ante el pasmo de los empleados. En el exterior, y pelándose de frío, otras 30 personas llamaban a los móviles de los cómplices, incluso organizándose por melodías similares (primero todos los Nokia Tunes, luego todos los Motorola) para crear un efecto aún más musical.

Sin embargo, su obra maestra, con más de cuatro millones y medio de visitas en You Tube, es “Frozen Grand Central”. De algún modo, consiguieron que 200 personas se detuvieran, como congeladas, en el vestíbulo de la estación Grand Central exactamente en el mismo momento y durante 5 mintos. Algunos de los que no participaban en la broma van a estar contando la historia durante años:

13 febrero, 2008

"El 8º enanito". Capítulo 29.

"Mucho, muchísimo, una barbaridad de tiempo atrás yo vivía en una remota y modesta parcela en el bosque de la que nunca salía. Pasaba los días recolectando y comiendo peras, bañándome en una charca, construyendo una máquina que tradujera los sonidos de la naturaleza en fonemas que pudiera comprender y durmiendo en una cueva con agua corriente y calefacción central. Disfrutaba de esta vida de ermitaño. No me metía con nadie y ningun alma venía a incordiarme. El único que me visitaba, muy de tanto en tanto, era Zacarías. Jugábamos al bádminton, bebíamos té verde e intercambiábamos anécdotas sobre nuestra juventud. Una mañana apareció bajo mi almohada un botón de plata con una nota que decía que algun día su destinatario aparecería en el corazón del bosque y que debía entregárselo. Nada más. Puesto que yo apenas me adentro en él, se lo entregué a Zacarías y le traspasé las instrucciones.
Al cabo de escasos días, mientras regresaba una tarde de mi hora semanal de footing, me vi atacado por sorpresa por una manada de enanitos en uniforme vermellón que me tendieron una trampa. Lo último que recuerdo es un número infinito de palillos afilados acercándose a una velocidad endemoniada a mi ojo. Fundido a negro. Al abrirlo de nuevo, lo primero que distinguí fue un tubo fluorescente colgando del techo. Me encontraba en una habitación subterránea y en penumbra donde reinaba un frío glaciar. Estaba atado de pies y manos a una camilla. En el suelo yacía algo del tamaño del estuche de mi lentilla que parecía moverse y que se resistía a adquirir forma ante mis humedecidos ojos. Cuando finalmente fui capaz de enfocarlo, vi que se trataba de un enanito víctima de unas convulsiones terribles. Me mareé, se me nubló la vista. Volví a caer en un sueño profundo del que no he salido hasta hoy. (Continuará...)

07 febrero, 2008

Dos formas de concebir la alimentación


A un lado: té rojo, té verde, infusión adelgazante, tila, endulzante artificial, levadura de cerveza, manzanilla, perlas de onagra, semillas de lino, crema de espinacas, Avecrem, Colacao, café soluble, arroz integral, leche de soja, sémola, atún y miel.


Al otro: bollitos de leche, pan de molde, chocolate con almendras, galletas de chocolate, pan tostado, pan de centeno, muesli, azúcar, madalenas de chocolate, atún, macarrones, fideos para sopa, Nesquik, zumo de naranja, pan rallado, tomate frito, maíz y aroma de vainilla.

… Y esta es la razón por la que mi compañera de piso y yo sólo tenemos un bote común para el aceite, la sal y el papel de aluminio.